La perversión de la ayuda

 

El cinismo es brutalmente inacabable


Después del desastre provocado por el sismo del 19 de septiembre pasado, hemos entrado en la fase del recuento de los daños para iniciar los procesos de apoyo, ayuda, reconstrucción, reordenamiento, y hasta regeneración de los procesos productivos en las partes afectadas, pero sobre todo, para provocar una fase de redefinición en la que establezcamos conductos eficientes de apoyo social y solidaridad con las víctimas. La razón es simple: la politización de dichos apoyos y la sevicia con la que actuaron algunos funcionarios públicos.

Observar al presidente de la República, Enrique Peña Nieto, organizar una línea de manos para trasladar hacia un punto determinado cajas con la leyenda del DIF, y conteniendo apoyo para familias pobres con la finalidad de paliar los efectos del temblor para que los medios tomaran las imágenes, me parece deleznable. Pero enterarme que hubo gobernantes que buscaron concentrar todo el apoyo que trasladaban los particulares para colocarle sellos gubernamentales, aunque fueran del DIF, me parece despreciable.

“Saludar con sombrero ajeno”, como lo intentaron algunos, es una forma de buscar créditos políticos de la manera más ruin. Si intentáramos definir lo que significa ayuda o apoyo, diríamos que no es otra cosa más que la acción que realiza una persona de manera desinteresada para aliviar una lamentable circunstancia que enfrenta otra u otras, para que consiga un determinado fin, para paliar o evitar una situación de aprieto, o riesgo que le pueda afectar. Pero en política los intereses están por encima de todo.

En Morelos se detuvieron algunos vehículos que llevaban apoyos a los damnificados porque tenían que colocarles la leyenda del DIF, lo que desde luego no agradó a quienes consiguieron, o de su propio peculio sufragaron el valor de los enseres para que alguien pretendiera “hacer caravana con sombrero ajeno”, como se dice en el argot popular, solamente porque desde ahora se busca construir un posicionamiento para que la primera dama de Morelos pueda ser candidata a suceder a su marido.

Pero este mismo escenario se reeditó en otros lugares buscando obtener créditos políticos para determinados actores, lo que habla de que la mendicidad se ha aposentado en el ejercicio político, y las artimañas de algunos gobernantes para evitar que en el futuro las cosas puedan ponerse difíciles en las revisiones que por ley se tienen que realizar mediante auditorías, lo que pone en riesgo su prestigio y la protección de esos patrimonios construidos al amparo del poder.

La perversión de la política en este país ha llegado a límites insospechados, y lo peor de todo es que nunca estuvieron tan altos en los tres órdenes de gobierno y en todos los estados del país. El cinismo es brutalmente inacabable porque lo mismo ocurrió en Morelos que en la Ciudad de México con las pipas de agua para que los liderazgos mantuvieran su presencia aunque los demás padecieran sed. Iztapalapa, Xochimilco y Tláhuac fueron emblemáticas. Morenistas y perredistas son lo mismo. Al tiempo.