La realidad

 

Los gobiernos están luchando por tratar de enfrentar crisis


Ahora el problema no es que los que tienen el poder nominal – hoy cimbrado– se reúnan para saber qué van a hacer, sino es el hecho de que el sufrimiento tiene nombres y apellidos, tiene responsables y tiene la prueba de que, a partir de un punto de locura especulativa y falta de sentido común, todo beneficio contra la razón acaba siendo una apuesta por el suicidio. Y es que, como sociedad nos hemos suicidado.

Pero así como asumo el dolor, la psicosis y la desesperanza de muchos de nuestros conciudadanos, también me pongo en los zapatos de los oaxaqueños, chiapanecos, morelenses y mexiquenses.

En ese contexto, Miguel Ángel Mancera liberó el Fondo de Emergencias de la Ciudad de México que asciende a 3 mil millones de pesos. Sin embargo, el problema no son las grandes declaraciones ni las grandes políticas, sino que sigue siendo la cobija, el techo y la capacidad de sobrevivir de nuestro pueblo.

Los gobiernos están luchando por tratar de enfrentar una crisis para la que nadie estábamos lo suficientemente preparados.

Los diputados y senadores deberían sacar la cuenta y definir para qué sirven. Porque en este momento el poder legislativo no tiene nada que legislar y eso trae consigo dos problemas. Uno a nivel de las necesidades del pueblo que está en la calle, y otro al nivel de las nubes en donde viven nuestros representantes populares.

El país se encuentra en estado de emergencia. Y para entenderlo no hace falta mucha literatura, sino leyes, medidas y medios.

Es claro que los supuestos económicos ahora ya no están. Es claro que el dinero, como el coraje, se deben utilizar para ciertas ocasiones.

Y en esta ocasión, en vez de endeudar al país para tener gasto corriente, hay que articular soluciones reales para que los mexicanos nos podamos sentir orgullosos de la capacidad de compromiso frente a lo que ya es la mayor contingencia humanitaria de la historia reciente de nuestro país.

Hay una gran diferencia con el 85. Y es que los muertos de aquella catástrofe no tenían cara, ni nombre y tampoco pudimos asistirlos de forma más inmediata porque no existían las redes sociales, ni había un gobierno que considerara necesario comunicarse con su pueblo.

Más de 400 muertos en un mes es muchísimo. Aunque dada la dimensión de esta tragedia, no es que sean pocos, pero sí habla bien de las cosas que se intentaron hacer mejor a pesar de las que ya están mal.

Por eso lo que espero no son investigaciones que se desmoronen con el tiempo, sino que todo aquel que haya utilizado materiales de baja calidad, que haya entregado documentos falsos y provocado una muerte por especular, sienta el siguiente temblor pero desde un presidio.

@antonio_navalon