La vida en un hilo…

 

No se puede degradar a un ser humano en tal forma


No se trata de analizar, suponer o explicar. Lo único que cabe es encontrar el hilo por el que un mexicano común, sin deber nada ni temer nada, puede perder la vida en la complacencia de gentuza como el gobernador capitalino, el mismo que cada que se acerca a su retiro, se descontrola más.

He seguido el caso, como muchos, por la superficie. De todo se deriva que hubo algo más que un abuso de autoridad, de violaciones a leyes divinas y humanas.

No se puede degradar a un ser humano en tal forma, que en cinco días pierda identidad, memoria y se convierta en un ente o un zombie.

Es estúpido afirmar que corresponde investigar a las autoridades del Estado de México (Edomex) y que nada comprueba delitos contra el “escuincle” universitario, a pesar de la foto donde un uniformado con guantes negros (no les gusta dejar huellas ni ensuciarse las manos con sangre) tiene en el suelo sometido al joven estudiante.

Alcanza a apreciarse la cara limpia del detenido que, dicen los imbéciles uniformados, lo subieron a la patrulla y una calle más adelante lo bajaron porque un señor se los ordenó… Y ellos, ciudadanos de corazón noble, accedieron.

Desde luego, lo golpearon. El rostro de la víctima lo refleja, lo drogaron y lo torturaron. Es algo para investigar, pero no la autoridad capitalina, sucia y metida hasta las gónadas.

En el Edomex explican que lo detuvieron porque lo vieron en un puente, desorientado, y temieron que se suicidara. Lo dejaron libre porque no había de qué acusarlo, ni qué bolsearle porque los anteriores agentes lo dejaron en cueros: pantalón y camisetita.

Cinco días extraviado, con lesiones que tardan más de quince días y menos de 60 días en sanar. Con sangre en la cara, se niegan a reconocer que se trató de una desaparición forzada. Esta figura legal es una de las que tienen mayor penalidad. Pero los policías dependen de la Hermandad, grupo mafioso que tuvo su auge con Durazo y Sahagún Baca, el de la tumba vacía en Sahuayo (eso dicen allá).

La Hermandad se apoderó de mandos, comisiones, instalaciones y armas. Se convirtió en un poder sobre el general de “diversión” y su gatillero, Sahagún Baca, a tal grado que la caja de ahorros de la policía se distribuía entre los mandos y nunca se entregaron los beneficios, producto del ahorro personal de cada uniformado. Mancerita, no te atrevas a tocarlos… es un riesgo.