“La Virgen Salus populi Romani”

“La Virgen Salus populi Romani” Foto: Internet
“La Virgen Salus populi Romani” Foto: Internet 

“La Virgen Salus populi Romani”. La Virgen Salus populi Romani ha obtenido varios milagros para su ciudad.


Por: Roberto O’Farrill Corona

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El icono de la Virgen María conocido como Salus populi Romani o Salud del pueblo romano, es el más antiguo de la ciudad Eterna, a la que llegó en el siglo IV gracias a la madre del emperador Constantino, Santa Elena, quien lo llevó consigo de Jerusalén a Constantinopla y luego a Roma, como confirma el Pontifical Romano: “La basílica Liberiana, hoy llamada Santa María la Mayor, fue fundada por el Papa Liberio (352-366) y fue restaurada y ampliada por Sixto III. El Papa Liberio seleccionó una imagen venerada que colgaba en el oratorio pontificio. Al parecer, fue llevada a Roma por Santa Elena”.

Después de que en el año 431 el Concilio de Éfeso definió solemnemente a la Virgen María como Madre de Dios mediante el dogma de su Maternidad divina, sobre el Esquilino, la colina más alta de Roma, se edificó alrededor del año 435 la basílica de Santa María la Mayor, la iglesia más antigua dedicada a la Madre de Dios en occidente.

Por una tradición que se remonta al año 352, la basílica de Santa María la Mayor es conocida también como Santa María de la Nieve debido a un acontecimiento excepcional que relaciona al papa Liberio con la edificación de la primigenia iglesia, una tradición que refiere que tuvieron un mismo sueño el Papa y un hombre llamado Juan, miembro de una rica familia de romanos. Ambos soñaron erigir un santuario dedicado a la Virgen, y luego de que milagrosamente cayó una nevada el día 5 de agosto, el mes de mayor calor en la Urbe, el Papa acudió a contemplar el prodigio y sobre la nieve trazó los planos de la basílica, que luego fue construida por aquella rica familia romana.

El icono mariano de la Salus Populi Romani, atribuido a la autoría del evangelista San Lucas, es el centro de la Basílica y el fin para el que fue edificada. Durante siglos estuvo en el altar mayor hasta que el papa Pablo V (1605-1621) edificó la Capilla Borghese o Capilla Paulina, en la que reposa su cuerpo, para entronizar sobre el altar mayor el icono que suele ser sacado en procesión toda vez que Roma está en peligro, pues es Patrona de la Urbe.

Escrito sobre un tablón de madera de cedro de 117 por 79 centímetros, con marco de bronce incrustado por amatistas, el sagrado icono presenta a la Virgen Madre de Dios ataviada con túnica de color púrpura y cubierta por un omophorion azul oscuro con filetata dorada y una gran cruz al centro. Ella no mira al espectador, pues dirige su mirada al horizonte, hacia el pueblo de Dios. Su mano derecha, que porta el anillo de sus desposorios con San José, y que muestra con tres de sus dedos la trinidad santa de Dios y con los otros dos hace mención a las naturalezas divina y humana de su tierno Niño, está posada elegantemente sobre su mano izquierda en la que sostiene un fino pañuelo de color azul cielo.

El Niño Jesús, descansando sobre el brazo izquierdo de su madre, con su manita derecha extendida hacia el frente anuncia, uniendo sus deditos pulgar y anular, que habrá de resucitar al tercer día. Ataviado con una túnica que en su color dorado alude a su divinidad, dirige confiado su mirada hacia su madre sosteniendo con su mano izquierda las Sagradas Escrituras.

La Virgen Salus populi Romani ha obtenido varios milagros para su ciudad y para los romanos, como el fin de la peste del año 590 cuando el papa San Gregorio Magno convocó a una jornada de oración con el sagrado icono en solemne procesión por las calles de Roma hasta que vio al arcángel San Miguel, enviado por la Virgen María, sobrevolar la ciudad y posarse sobre el antiguo mausoleo del emperador Adriano envainando la espada en señal de haber puesto fin a la peste; la victoria en la batalla de Lepanto por la que imploró el papa San Pío V orando ante el sagrado icono en 1571; y el fin de la epidemia de cólera de 1837 en atención a los ruegos del papa Gregorio XVI. El 27 de marzo de 2020 el icono fue trasladado a la plaza de San Pedro para estar presente en la bendición Urbi et orbi con motivo de la pandemia por coronavirus.

El papa Gregorio XVI coronó el venerado icono el 15 de agosto de 1838; el papa Pío XII lo volvió a coronar con ocasión del Año Mariano de 1954; y el papa Francisco ordenó su restauración, a cargo del laboratorio de los Museos Vaticanos, en 2018.