Las cosas buenas casi no se cuentan…

 

Hay que saber cuándo llega el momento de irse


Pero cuentan mucho, señala el eslogan oficial del régimen.

El problema es que los pueblos que al principio se creen todo y todo les parece bien, llegan a un momento en el que se quedan sordos y ya no escuchan nada.

Ese es justo el momento por el que ahora estamos atravesando. Y alguien debería explicarle al señor presidente que el poder es una ola de convicción popular que va de abajo hacia arriba, una ola que te eleva, te lanza o te tira, y te coloca en un punto determinado.

Sin embargo, a partir de ciertos errores cometidos, hay que saber que la justicia es un concepto antropológico que tarda miles de años en producirse y que, además, la justicia en política sencillamente no existe.

Da igual que tengas razón o no, lo que importa es lo que percibe el pueblo de ti, lo que importa es lo que le transmites a la sociedad. Y en este momento lo que nuestros dirigentes nos están transmitiendo es cansancio, hartazgo, aburrimiento y sobre todo un proceso que pone de manifiesto el fin de un ciclo.

Hay personajes en la historia de nuestro país que nos enseñaron cómo acabar bien, por ejemplo, Porfirio Díaz.

Pero también hay otros que nos mostraron lo contrario, por ejemplo, Plutarco Elías Calles, a quien el general Lázaro Cárdenas lo invitó a subirse a un avión en una hora específica para partir cuanto antes directo al exilio.

Hay que saber cuándo llega el momento de irse y hay que saber cuando uno sólo está pataleando en el agua, desgastándose los pulmones y prolongando la agonía.

Hemos llegado al final de un ciclo y eso no se puede alterar.

Actualmente la capacidad de maniobra del PRI y del gobierno controla 46 por ciento del territorio nacional.

En ese sentido, lo que realmente se va a tener que maniobrar, suponiendo que todo discurra para que vuelvan a estar en la boleta electoral, sería una diferencia que en principio, aunque los milagros existen y yo creo en ellos, resulta casi imposible de voltear.

¿Y mientras tanto? Pues es muy sencillo, los candidatos ya van a entender que muchas veces no somos nosotros, muchas veces no es lo bueno o lo malo que se hace en la vida, porque muchas veces es como el monólogo de Marco Antonio en las escalinatas del Senado de Roma, con el cadáver sangrante de Julio César a sus pies: “el mal que hacen los hombres les sobrevive; el bien suele quedar sepultado con sus huesos”.