Me pregunto qué pasará este 15 de septiembre, cuando más de 30 millones de votantes que se sienten tocados por el dedo de Dios celebrarán el arribo de su líder; antes no permitían el festejo como tal.
En tiempos viejos, así lo recordamos, en la Ciudad de México había una romería en la que vendían porquería y media, además que por unos pocos pesos se podían adquirir proyectiles, dos de ellos los favoritos: cascarones de huevo supuestamente rellenos de orines (de hecho, agua pintada) y con harina, combinación mortal cuando le atinaban a alguien con ambos proyectiles.
Muchos se enojaban pero las broncas eran casi inexistentes. En Palacio el mandatario en turno ofrecía una cena a diplomáticos y periodistas muy seleccionados, entre ellos los corresponsales extranjeros.
En esta calidad participé en uno de los saraos de Luis Echeverría donde a los ebrios consuetudinarios de la diplomacia, les quitaron el vino y se los cambiaron por aguas de horchata, Jamaica y limón con chía. Hubo cejas levantadas toda la reunión.
Para asistir al convivio con José Antonio Rodríguez Couceiro, su esposa Vicky y la esposa de Carlos Viseras, de EFE, Magdalena y yo cruzamos de 16 de Septiembre a la entrada lateral de Palacio. En el paso por la explanada del Zócalo, Vicky y Gloria que estrenaban hermosísimos abrigos de napa negra, quedaron disfrazadas de bailarinas africanas, con manchones blancos sobre su hermoso atuendo.
No protestamos porque a las manchas hubiésemos añadido un par de narices rotas y algunos dientes de menos. Así era la fiesta y así la aceptábamos.
Como era una pachanga en la que el pueblo se deshacía de sus fobias y filias, al presidente lo dejaban en paz. La gente iba a festejar y no a hacerse la vida pesada.
Pero eso cambió cuando brotaron quienes en el anonimato lanzaban gritos, insultos y amenazas.
A Miguel de la Madrid, el 16 de septiembre casi lo tuestan cuando un desaprensivo “revolucionario de gabinete”, lanzó una bomba molotov al balcón de Palacio.
Con Fox y con Calderón fue lo mismo, la gente abucheando a los mandatarios y los desmanes que se iniciaron estos sexenios, ya no eran las relativas gracejadas de lanzar huevos con agua pintada con harina, ni poner serpentinas como adorno a las muchachas que recorrían de lado a lado el Zócalo. Ya eran huevos con arena, con excremento y con piedras pequeñas, dolorosas al momento de recibirlas.
¿Cómo será el próximo 15 de septiembre? San Peje dirá…