Las muertas de Puebla…

 

Este año se han registrado 89 asesinatos de mujeres en distintas partes del estado


…Las hemos enumerado en textos anteriores. Son algo menos de cien, cuyos crímenes fueron conocidos igual que los autores y la forma que fueron perpetrados.

A la lista anterior, debemos agregar a la maestra preparatoriana Patricia Mora Herrera, torturada, violada y asesinada cuando regresaba de dar clases en el municipio indígena de Huehuetla, en la Sierra Norte poblana.

Hasta ahora, como en los anteriores casos, la policía, en esta ocasión de Zacapoaxtla, se niega a informar sobre la investigación.

A pesar de la brutalidad y el modus operandi similar en todos los asesinatos, los empresarios del turismo poblanos se niegan a decretar alerta de género, y las autoridades estatales no admiten que hay una emergencia.

Este año se han registrado 89 asesinatos de mujeres en distintas partes del estado, sin importar clase social o sector económico. El principal blanco han sido las universitarias y las dedicadas a la enseñanza; al parecer los asesinos tienen predilección o fobia contra las mujeres intelectualizadas.

El conteo de crímenes contra mujeres – vale la pena insistir– bajo el mismo sistema: tortura, violación y asesinato; a partir de 2015 se inicia con poco más de 60 muertes violentas; el siguiente año sube a 82 y este noviembre, hay 89 crímenes catalogables como feminicidios que las autoridades se niegan a reconocer como tales.

Eso en Puebla. Recuerde, amigo lector, el caso de las costureras del 85, encerradas a piedra y candado por el explotador patrón, muertas en el desplome de talleres en San Antonio Abad; y dueño de la empresa impune, sin problemas por tenerlas en calidad de esclavas, atadas a una máquina de coser.

Hace siete años, recuerda María Teresa Priego-Broca, murieron en un incendio seis jovencitas. El desafortunado suceso fue en Culiacán, en la tienda Coppel donde estaban encerradas con candados por fuera, mientras hacían un inventario.

Fueron inútiles los llamados para que las auxiliaran las autoridades. Optaron por usar los celulares para despedirse de sus hijos pequeños, todos, encargarlos con algún familiar y para decirle adiós a sus padres, sus hermanos…

El doloroso episodio, un 10 de noviembre de 2010, dejó una marca que pronto se borró en la sociedad culichi. La tienda sigue funcionando, nunca se castigó a quien las encerró y guardó su llave retirándose del lugar y mucho menos se ejerció pena alguna contra las autoridades que hicieron oídos sordos. O los dueños de la empresa, que ni siquiera se dieron por enterados.