Leyendas sexuales. El VIH sí existe

 

Sí enferma y sí se puede controlar


Hace poco más de diez años tuve mi primer contacto con el grupo de los llamados negacionistas del sida. Así los bautizaron desde el ala científica, aunque ellos mismos se  nombraban “movimiento disidente del sida”. Su premisa era que el virus de la inmunodeficiencia humana, el VIH, no existía.

Me acerqué a ellos mediante un reportaje y debo confesar que me hicieron dudar cuando afirmaron, con toda certeza, que el VIH jamás había sido fotografiado, por tanto, no podía probarse su existencia. Aseguraban también que el sida era, en efecto, una enfermedad, pero que provenía de una especie de “intoxicación” provocada por estrés, por los mismos medicamentos antirretrovirales y por otros factores ambientales y que, por tanto, podía curarse al cambiar los hábitos dañinos, por ejemplo, abandonando el tratamiento antisida. Uno de los líderes negacionistas, el doctor Roberto Giraldo, afirmaba incluso en uno de sus libros que usar ropa de algodón y de colores claros podía contribuir a la sanación.

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Los documentos en los que se basaba el “movimiento” eran endebles y, sobre todo, estaban muy lejos del método científico. El argumento era que no podían publicar sus investigaciones en revistas científicas puesto que sus afirmaciones iban en contra de los intereses millonarios de las farmacéuticas y de organismos internacionales a los que les convenía tener en el panorama una epidemia con la cual atemorizar a la población.

La mesa estaba puesta para una teoría de la conspiración. Los argumentos negacionistas encontraron terreno fértil en la desconfianza que generaba en ciertas personas la Organización Mundial de la Salud, así como los inmensos negocios que representaba la venta de medicamentos antirretrovirales para las farmacéuticas. Si a esto le sumamos la desesperación de miles de personas que habían sido diagnosticadas con una enfermedad (más bien, infección) permanente y hasta ahora incurable, que además trae consigo una gran carga de estigma, no fue extraño que esta corriente consiguiera adeptos alrededor del mundo, entre ellos un presidente de Sudáfrica, Thabo Mbeki, quien al inicio de su mandato (en 1999) prohibió la entrada de antirretrovirales a su país.

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Ojalá todo esto fuera historia. Ojalá tales falacias, cuestionamientos y sinsentidos se hubieran quedado en el pasado, pero no. Todavía hoy hay personas que creen en esas mentiras –porque eso es lo que son– y que se dedican a divulgarlas. Quiero pensar que no es por maldad, sino porque en realidad creen en ellas. Sin embargo, la ciencia no se trata de fe, sino de pruebas materiales.

Sólo con el propósito de no dejar los cabos sueltos: el VIH sí ha sido fotografiado con microscopios, sí fue aislado y sí fue comprobada su relación de causa-efecto con el síndrome de inmunodeficiencia adquirida, el sida. Por otro lado, aunque es innegable que los medicamentos han generado enormes ganancias para muchas farmacéuticas, también es cierto que han permitido a las personas con VIH alargar su tiempo de vida hasta igualarlo con el de una persona que no tiene la infección.

Es muy frustrante para mí leer en las redes sociales que los “argumentos” negacionistas todavía aparecen y convencen a personas que deberían apegarse a su tratamiento médico a fin de, literalmente, sobrevivir. Es muy triste porque todos aquellos negacionistas que conocí directa e indirectamente, producto de mi investigación de entonces, están muertos. Ante este panorama, no me queda más que repetir, cuantas veces sea necesario, que el VIH sí existe, sí enferma y sí se puede controlar.

* Periodista especializada en salud sexual.

@RocioSanchez

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