Leyendas sexuales. La atracción profesor-alumno

 

Una opción es dejar fluir esa tensión sexual y conservarla sólo en la mente de uno u otro


AUTOR DEL TEXTO ORIGINAL EN REVISTA CAMBIO: ROCÍO SÁNCHEZ

Entre los primeros amores platónicos de la vida están las maestras o maestros. Uno todavía no sabe por qué, pero a los 4 o 5 años se siente fascinado por alguno de sus profesores; en primer lugar, por su físico; luego, por lo buena o bueno que es, y por cómo nos trata en el salón de clases.

Estos enamoramientos pueden deberse a que la escuela es un espacio en el que pasamos mucho del tiempo de nuestra vida (hoy, quizás, un poco más que antes con esto de los horarios que se adaptan a las jornadas de trabajo de los adultos) o también a un factor importante: la institución escolar es el primer lugar donde experimentamos el concepto de autoridad.

Es cierto que en casa aprendemos que los adultos tienen cierto poder o, al menos, el control de muchas situaciones, pero cuando llegamos a la escuela a convivir con un montón de extraños, nos dejan claro que hay uno, entre todos ellos, cuya voz es la que manda ahí. Es por eso, por esta relación de poder de las y los profesores sobre sus alumnos, que es tan escandaloso cuando uno de los docentes se involucra sexualmente con algún pupilo o pupila. Cualquiera que se dedique a enseñar lo sabe: usar su posición de autoridad con la finalidad de seducir a un menor no es ético.

Para esto hay niveles y circunstancias. Por ejemplo, es totalmente reprobable y simplemente ilegal que un maestro o maestra se relacione íntimamente con un menor de edad, es decir, un niño, niña o adolescente. Se cataloga como un abuso por la sencilla razón de que las implicaciones de una relación sexual no son comparables para cada uno los involucrados.

Por otro lado, en el nivel universitario, toda vez que el alumnado ya ha cumplido los 18 años, podrían darse relaciones de mutuo acuerdo. Pero ojo, no porque la o el estudiante diga que está de acuerdo significa que no hay nada qué condenar. Volviendo al aspecto ético, es posible que la relación desigual de poder influya en que el alumno o alumna acepte irse a la cama con su tutor –quizás por miedo a las consecuencias si lo rechaza, por admiración o porque piensa que conseguirá algo en específico a través de ese vínculo.

En fin, que las relaciones reales entre maestras y alumnos o viceversa son un rotundo “no”. ¿Pero qué tal las relaciones ficticias? Esas son de lo más divertidas. Una opción es dejar fluir esa tensión sexual y conservarla sólo en la mente de uno u otro. Supe del caso de una maestra universitaria a la que un alumno le coqueteaba. A ella le gustaba el muchacho, sin embargo, tenía claro que no iba a dar ni un paso hacia concretar el affaire; entonces, se permitía fantasear con él y aprovechaba el “impulso” que eso le daba para intensificar las relaciones sexuales con su esposo.

Otra forma de aprovechar positivamente un binomio como el de profesor-alumno es el juego de rol, es decir, que una pareja interprete esos papeles en un juego sexual. Retomando el asunto del poder, en una relación consensuada ese es uno de los elementos más excitantes, por ejemplo, si uno da órdenes y el otro las obedece. Claro que la sumisión no es para todos, así que es recomendable sondear el terreno antes de proponer dinámicas como estas a fin de no correr el riesgo de que la otra persona huya despavorida. Si acaso ambos se ponen de acuerdo, esta fantasía es muy sencilla de realizar, no se requiere más que imaginación, quizás adaptar un poco el escenario y buscar el atuendo adecuado con el propósito de hacer más vívido el momento. De ahí, a darle hasta que suene la campana.

* Periodista especializada en salud sexual.

@RocioSanchez

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