Leyendas sexuales. Máquinas para el sexo

 

Está claro que la tecnología se ha adueñado cada vez más del terreno sexual


ROCÍO SÁNCHEZ

Está claro que la tecnología se ha adueñado cada vez más del terreno sexual. Cada año, los más famosos festivales de gadgets nos presentan avances sorprendentes que cambian un poco más la manera de obtener placer erótico.

Desde los vibradores que se pueden operar mediante una aplicación –aunque ambos miembros de la pareja estén a kilómetros de distancia– hasta los robots que se asemejan, se sienten y hablan como personas reales, pasando por los primeros vibradores de batería recargable, es innegable que el sexo no es un área que el desarrollo tecnológico quiera abandonar.

Sin embargo, independientemente del gran mercado que estos aditamentos han ido encontrando, ¿cuáles son las verdaderas actitudes de las personas hacia estos aparatos? Al parecer estamos todavía muy lejos de saberlo con certeza, pero investigadores de la Universidad Tufts en Massachusetts, Estados Unidos, han hecho una primera aproximación.

En 2016, los estudiosos realizaron una encuesta en donde las personas debían calificar, en una escala del 1 al 7, sus posturas que podían ir desde “completamente inapropiado” hasta “completamente apropiado”. En el estudio participaron 57 hombres y 43 mujeres de Estados Unidos, lo cual, es cierto, no es la muestra más representativa del mundo, pero es lo que se pudo conseguir de una forma seria y sustentada científicamente.

Según las respuestas de los participantes, todavía estamos lejos de hacer realidad el peor temor de quienes alertan sobre el sexo con robots. La mayoría de los hombres y las mujeres encuestados coincidieron en que esta práctica se parece más a la masturbación que a la interacción sexual con otras personas. No obstante, ellos mostraron mucho más entusiasmo por realizarlo que las mujeres, pues dos tercios de los hombres se mostraron dispuestos a probar, mientras que la misma proporción de mujeres dijeron que no lo probarían.

Entre las prácticas específicas que tanto hombres como mujeres encontraron más apropiadas destaca el que es preferible usar un robot sexual que contratar una trabajadora sexual (opinión que toma otro sentido si consideramos que en Estados Unidos el comercio sexual está prohibido). Otro de los grandes acuerdos en ambos sexos fue el uso de estos dispositivos por personas con alguna discapacidad y también cuando se busca evitar infecciones de transmisión sexual.

De igual forma, hombres y mujeres concordaron en que es apropiado usar un robot en lugar de engañar a la pareja; para mejorar la autoestima, para hacer videos pornográficos, para sexo en grupo que involucre a humanos y robots y en el caso de prácticas sadomasoquistas o sexo rudo, así como para educación sexual. Sin embargo, los niveles de aprobación de estas prácticas fueron mayores en los hombres que en las mujeres.

Los participantes de uno y otro sexo también consideraron apropiado que se use este tipo de robots con el fin de ayudar a mantener una relación entre humanos, para educar sobre la prevención del abuso sexual y en entornos aislados donde una relación con otra persona no es posible.

En contraste, los mayores niveles de rechazo para el uso de dispositivos robóticos fue que tuvieran apariencia de niños o niñas, en primer lugar, y también que se parecieran a alguien de la familia o a animales. En todos los casos, las mujeres mostraron más desaprobación que los hombres.

Estas respuestas dan un poco de tranquilidad de que no hemos perdido de vista la línea que separa a los humanos de las máquinas. Será importante seguir investigando para, al menos, notar si eso cambia.

* Periodista especializada en salud sexual.