Leyendas sexuales. Menstruación ecológica

 

La copa menstrual es un dispositivo reutilizable


“¡Qué friega nos pusieron a las mujeres con todo lo que nos pasa!”, me dijo el otro día la señora que limpia mi casa. Es una frase que he oído infinidad de veces para referirse al dolor de parto, a las incómodas pruebas de papanicolau y mastografía o a los síntomas de la menopausia; pero sobre todo la he escuchado para quejarse de la menstruación, que mes con mes durante al menos 35 años nos provoca incomodidades.

No quise contradecirla, sin embargo, nunca he abrazado esa idea, mucho menos cuando se refiere a la menstruación. A mí siempre me ha parecido un lindo evento que me recuerda que mi cuerpo funciona de manera normal. En cambio, conozco a muchas mujeres a quienes les causa repulsión su propio sangrado, y lo encuentran muy desagradable cada vez que tienen que cambiar su toalla íntima o su tampón.

La copa menstrual no es para ellas, pero sí para las mujeres que quieren reducir su huella ecológica, es decir, su aporte a la contaminación del planeta. La copa es un dispositivo reutilizable que se coloca dentro del conducto vaginal, y recolecta la sangre que se elimina con la menstruación. Cada cierto tiempo (cada que se llene o máximo cada 12 horas) hay que vaciar el dispositivo, lavarlo y volver a colocarlo.

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Toda esta maniobra requiere una franca cercanía con el aparato reproductor femenino y también algunas manchas de sangre en los dedos. La mujer debe comprender su anatomía; por ejemplo, saber que el canal vaginal no es un “hueco sin fondo” que apunta hacia la coronilla. En realidad, está orientado más hacia la parte posterior de la cadera y tiene una longitud de 8 a 10 centímetros en reposo, por lo que al introducir un dedo, la mujer es capaz de sentir el cuello del cérvix ubicado al fondo (los médicos suelen compararlo con tocar la punta de una nariz).

La copa menstrual –similar a una copa de cristal, pero sin base y con un tallo cortito– debe colocarse de modo que el borde quede alrededor del cuello del cérvix, pues por ahí sale la sangre menstrual. Es cierto que se requiere cierta habilidad, sin embargo, con la práctica el procedimiento es cada vez más simple.

Al ser un dispositivo hecho de silicón quirúrgico (o también de elastómero termoplástico medicinal), es flexible y se amolda al cuerpo, además de que los pliegues propios de la vagina lo sostienen en su lugar para que la mujer casi se olvide de que lo tiene puesto.

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¿Qué ganamos con usar la copa menstrual? En principio, una ahorra los alrededor de 20 (o más) toallas o tampones que utilizaría cada ciclo, y mejor aún, ¡se los ahorra al planeta!

El beneficio de eliminar el uso de estos artículos de higiene íntima es importante, pues no se trata sólo del volumen que ocupan cuando se tiran a la basura (o al desagüe, en el caso de los tampones) o de los cientos de años que tardarán en degradarse, sino también de la tremenda cantidad de agua que se requiere para fabricarlos y el presunto uso de químicos no seguros para blanquear los materiales.

La copa, en cambio, tiene una vida útil de entre 10 y 15 años y requiere cuidados simples como lavarla con cada cambio y hervirla al principio y al final de cada periodo menstrual.

Esta herramienta puede facilitar tu vida y, sobre todo, volver tu periodo menos contaminante. En Internet hay muchas marcas a la venta, pero hay que tener cuidado de que sean compañías bien establecidas (algunas son alemanas, aunque también hay mexicanas) para evitar los riesgos de comprar, como casi en cualquier rubro, un producto “pirata”. 

Periodista especializada en salud sexual.

@RocioSanchez

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