Los 43, orden desde Chicago

 

Desde esa ciudad de Estados Unidos, capos y operadores del grupo criminal de los Guerreros Unidos emitían instrucciones en tiempo real


Más de tres años y medio tarde, la Procuraduría General de la República filtró datos que podrían auxiliar para determinar el móvil, las circunstancias, las órdenes de ataque dadas a los capos, las policías y el destino final de los normalistas de Ayotzinapa desaparecidos en Iguala, Guerrero, en la noche del 26 al 27 de septiembre de 2014.

El control de lo que ocurría en esa noche hiperviolenta, con persecuciones y ataques por toda la ciudad, los cuales oficialmente causaron la muerte de seis personas, heridas a varias decenas más y la desaparición de los 43 estudiantes de la normal rural Raúl Isidro Burgos, estaba en Chicago. Desde esa ciudad de Estados Unidos, capos y operadores del grupo criminal de los Guerreros Unidos emitían instrucciones en tiempo real, vía teléfonos móviles, dando por hecho de que se trataba de un ataque de sus rivales Los Rojos, cuya acción punitiva habría que impedir a toda costa.

Quienes sugirieron seguir al Gobierno mexicano esa línea de investigación, hace un par de años, fueron los integrantes del GIEI (Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes), cuando descubrieron que en Illinois se seguía un proceso a ocho mexicanos que traficaban todo tipo de drogas. El primero de ocho capturados, Arturo Martínez Apaxtla, fue sorprendido transportando 200 mil dólares en efectivo en su auto, además de 12 kilogramos de heroína y 9 de cocaína. La DEA (Agencia Antidrogas estadounidense) lo convirtió en testigo protegido y terminó confesando operaciones de Guerreros Unidos para llevar heroína y goma de opio desde Iguala hasta Chicago.

Movían la droga en camiones de pasajeros con compartimientos ocultos o “clavos”.

El asunto no es nuevo, pero tiene el ingrediente de que se filtraron conversaciones de los teléfonos celulares, justamente la noche fatídica de Iguala, en las que se dictan instrucciones de ataque contra “los ayotzinapos”, a quienes suponían acompañados de Los Rojos. Los normalistas iban desarmados, pero los capos daban por hecho que sí portaban armas largas y cortas. No se registró en un expediente de miles de fojas un solo disparo desde cinco autobuses que ocupaban los jóvenes. Tampoco iban allí integrantes del grupo enemigo.

En el libro Échale la culpa a la heroína / De Iguala a Chicago, publicado por quien esto escribe en octubre de 2015, se describe cómo celulares incautados a los mexicanos presos en Chicago aparecían frecuentes llamadas y mensajes a números con el prefijo 733 de Iguala. La conexión era evidente.

Con mensajes en clave, los narcos hablaban de “tías” (autobuses con droga), “niños” (paquetes con heroína), “carteras” (compartimientos ocultos), “documentos” (dinero en efectivo), “tickets” (miles de dólares).

En las conversaciones reveladas en las últimas horas intervienen jefes de los traficantes con apodos como “Silver”, “Soldado del amor”, “El Cholo” (identificado como Alejandro Palacios), “Aníbal”.

Son mensajes por Blackberry interceptados por la DEA. Preguntan si todavía no llega la Marina y hablan de “El Oso”, un jefe operativo. Ordenan cerrar las salidas de Iguala, lamentan haber baleado al equipo de futbol Los Avispones y discuten qué hacer con “60 paquetes ya guardados” (personas detenidas, aparente error por la distancia) y otros más “con San Pedro” (asesinados).

Fue en Bogotá, Colombia, donde el fiscal del caso Ayotzinapa, Gilberto Higuera, reveló estas grabaciones que reabren líneas que ya habían sido abandonadas en la investigación.