Los antisistemas

 

Convocando a los pueblos a que se sacrifiquen a cambio de nada, es un ejercicio imposible


El problema de la política moderna es que confunde la pasión de una noche de verano con la conformación de una verdadera familia en las que en muchas ocasiones se presentan divorcios entre la realidad y la clase dirigente.

Esa situación nos ha conducido hasta un doble proceso que resulta amenazante.

Ya que, por un lado, está la administración política que lleva mucho tiempo siendo la crónica de una mala noticia. Y, por el otro, está el desarrollo social obstaculizado por una crisis impune que ha provocado que las nuevas generaciones tengan una realidad socioeconómica peor que la que tuvieron sus padres.

En ese sentido, los antisistemas tienen que estar conscientes de que gobernar desde la base de la frustración y convocando a los pueblos a que se sacrifiquen a cambio de nada, es un ejercicio imposible.

Sin embargo, la economía como la política moderna es sobre todo un estado de ánimo y el hecho de que haya alguien como Trump dispuesto a desafiar cualquier planteamiento –incluyendo los ordenamientos jurídicos– para intentar cumplir lo que prometió, será un buen negocio a corto plazo.

El problema es que como pasa con las medidas que van contra las leyes, siempre resulta ser un camino de ida y vuelta. Y si bien en la primera parte arrojan resultados positivos, en la segunda cuando comienzan los costos de la destrucción de las instituciones y la pérdida del sentido común en la economía, los resultados son terribles.

Por eso México no debe limitarse a construir un modelo de seguimiento que sólo nos haga quedar como buenos chicos, sino que debe constituir un modelo en el que sus capacidades sean explotadas dentro del nuevo escenario internacional.

Y en ese contexto es clave la situación por la que pronto vamos a transitar, puesto que de acuerdo a diversos pronósticos México va a ser uno de los países que va a tener un desarrollo complicado en los primeros tiempos de la era Trump.

Aunque es importante recordar que somos un país de más de 120 millones de habitantes, una economía que se posiciona en el 15° lugar a nivel mundial y una nación con una capacidad de resistencia frente a las ofensivas.

Ahora el desafío es el cambio de mentalidad, la que se ha instalado en nosotros, en nuestros dirigentes y en nuestra realidad económica y social, que desde el TLC muestra un cuadro en el que todo funciona en torno a la relación tan excepcional que tenemos con nuestro vecino del norte.

De él dependemos en muchos aspectos, pero también él depende de nosotros, y esa posible ruptura desencadenará costos que no tiene por qué pagar sólo México, sino también el sentido común y la realidad actual de los Estados Unidos de América.