“Los apóstoles Felipe y Bartolomé”

 

Las reliquias de san Bartolomé se veneran en la iglesia dedicada a él


San Felipe, originario de Betsaida, en las listas de los Doce siempre aparece en el quinto lugar, fundamentalmente entre los primeros. Aunque era de origen judío, su nombre es griego, lo que constituye un pequeño signo de apertura cultural. Después de haber sido llamado por Jesús, Felipe se encontró con Bartolomé y le dijo: “Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés en la Ley, y también los profetas: Jesús el hijo de José, de Nazaret”, y agrega: “Ven y lo verás”. Con estas palabras, Felipe invita a conocer de cerca al Señor.

Gracias a la petición que Felipe le presentó a Jesús cuando le dijo “Muéstranos al Padre”, es que conocemos unas de las palabras más sublimes del Evangelio en la respuesta de Jesús: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí”. Es por esta revelación que sabemos que si queremos conocer realmente el rostro de Dios, nos basta contemplar el rostro de Jesús, en quien vemos realmente quién es Dios y cómo es Dios.

San Felipe llevó el Evangelio primero a Grecia y después a Frigia, donde murió mártir, en Hierápolis, según algunas fuentes por crucifixión y según otras, por lapidación. Su festividad se celebra el 3 de mayo.

Por su parte, el apóstol Bartolomé, proveniente de Caná, es posible que haya sido testigo del milagro realizado por Jesús durante una boda a la que acudió con su madre, la Virgen María, en aquel lugar.

San Bartolomé es el mismo a quien el apóstol Felipe le comunicó que había encontrado a Jesús el hijo de José, el de Nazaret. En respuesta, Bartolomé manifestó un prejuicio de su tiempo: “¿De Nazaret puede salir algo bueno?”. Según las expectativas judías, el Mesías no podía provenir de una aldea tan pequeña como Nazaret. Pero Dios siempre sorprende nuestras expectativas.

El Evangelio refiere que cuando Jesús vio a Bartolomé acercarse, exclamó: “Ahí tienen a un israelita de verdad, en quien no hay engaño”. Se trata de un elogio que suscita la curiosidad de Bartolomé, quien replica asombrado: “¿De qué me conoces?”.

La respuesta de Jesús no es inmediatamente comprensible, pues le dice: “Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi”. No se sabe qué había sucedido bajo esa higuera, pero es evidente que se trata de un momento decisivo en la vida de Bartolomé, quien concluyó: “Este hombre sabe todo sobre mí, de este hombre puedo fiarme realmente”. Y así responde: “Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel”.

Según informaciones referidas por el historiador Eusebio, en el siglo IV, un tal Panteno encontró en India signos de la presencia de Bartolomé. En la tradición posterior, a partir de la Edad Media, se impuso la narración de su muerte desollado.

Las reliquias de san Bartolomé se veneran en la iglesia dedicada a él en la isla Tiberina de Roma, adonde las llevó el emperador alemán Otón III en el año 983. Su festividad se celebra el 24 de agosto.