Los desaparecidos

 

En el panorama político y social empiezan a existir otro tipo de desaparecidos: los sindicatos


En este momento México no sólo tiene que vivir con las consecuencias de tener a miles y miles de ciudadanos desaparecidos, sino que además en el panorama político y social empiezan a existir otro tipo de desaparecidos: los sindicatos.

Cuando el PRI configuró la organización del Estado moderno mexicano supo que tenía que darle un papel muy importante a la organización sindical. Y es que, desde la Constitución de 1917 se incorporaron los derechos sociales más adelantados de aquella época y se les asignó un papel como parte imprescindible del equilibrio nacional.

Lo que pasó después ya lo conocemos, se conformó más de un sindicato petrolero, ferrocarrilero, de la educación, entre otros. Y durante muchos años hubo sindicatos que acompañaron al país no siempre al mejor precio, no siempre con las mejores prácticas, ni con los mejores ideales, pero al final del día formaron parte de la estabilidad social.

Aunque es muy importante no confundir los excesos de los dirigentes sindicales con la bondad o la maldad de las organizaciones.

Y en ese sentido, hay que recordar que el SNTE de Elba Esther Gordillo no sólo fue un elemento que ajustó el resultado de algunas elecciones presidenciales, sino también fue un elemento de contrapeso social, aunque el beneficio fuera mínimo para la sociedad, y mayor para los dirigentes sindicales mediante situaciones que no fueron compatibles con un sentido moderno de la educación.

Ahora los sindicatos han ido desapareciendo, empezamos a ser un país donde cada día cuentan menos, y donde han dejado de opinar y de contribuir en la articulación de la vida política.

Su peso en la sociedad se va diluyendo, no sólo por la pérdida del prestigio y por el comportamiento de sus líderes, sino porque a medida que sus intereses se van reduciendo, su papel de pronunciamiento en defensa de los derechos de los trabajadores también va desapareciendo.

El país atraviesa por una gran crisis institucional y no basta con aprobar leyes, porque además hay que crear factores y balances que actúen no sólo para limitar a los poderes, sino también para dinamizar a la sociedad.

Esta desaparición es positiva en lo que se refiere a los líderes corruptos que explotan el dinero y los recursos de los sindicatos, pero es negativa porque poco a poco el espíritu y la sensibilidad social van desapareciendo del mapa de los que deben proponer la política que más nos conviene en estos momentos.

Ahora con todo y el TLC en proceso de negociación, ¿a quién le preguntaremos? ¿Quién opinará desde el enfoque de la sociedad? ¿O acaso ya somos un país que no necesita ninguna atención social?