Los excesos verbales

 

El señor López está convencido, al menos así lo afirma, que solamente el pueblo puede salvar al pueblo


A muchos no podrá gustarles lo que digo, pero creo que Andrés Manuel López Obrador ha llegado al tope máximo que podría alcanzar con esa base de adeptos que hasta ahora lo posicionan, por el momento, como el candidato presidencial con mayor rentabilidad electoral. Y es una circunstancia normal para un hombre que lleva mucho tiempo de ventaja sobre sus opositores, ya que ha mantenido en los últimos 15 años un activismo permanente con total impunidad, y gastando enormes cantidades de dinero “que le da el pueblo”.

El señor López está convencido, al menos así lo afirma, que solamente el pueblo puede salvar al pueblo, posicionándose así frente a los demás como ese pueblo que viene a salvarlo de las garras de las minorías rapaces que todo lo han hurtado y robado. Esos poderosos y voraces empresarios se han apoderado de los caudales públicos con la complacencia de los políticos corruptos provenientes de los demás partidos, porque lo único que siempre buscan es bienestar personal empobreciendo a los demás.

Claro está que cuando alguien se suma a su proyecto, así provenga de las cloacas de la política mexicana, de inmediato se convierte en un ente de características ejemplares porque ha sido cubierto por el manto del líder impoluto que se ha echado a cuestas la tarea de rescatar al pueblo de las garras de los grupos de explotadores que lo han empobrecido con su mendicidad supina. Discurso fácil con una alta carga de odio que polarizará aún más al electorado mexicano, porque sabe que es la única oportunidad que tendrá para ganar.

De lo que se trata es de polarizar, de confrontar. En eso consiste la noble cruzada que el tabasqueño se ha echado a cuestas, y lo afirma con el mayor cinismo, y el problema es que la gente le cree. Siempre he tenido la certeza que el tabasqueño es uno de tantos charlatanes de la política que surgen cuando las cosas no van bien en los pueblos de todas las latitudes. La pobreza se arraigó en la mayor parte de este país, y el peligro es que ya no tengamos pobres, sino miserables como ocurre con los regímenes populistas del cono sur.

Siempre lo he considerado un tipo cuya sagacidad está por encima de sus conocimientos, y al paso del tiempo aprendió a decirle a la gente lo que la gente quiere escuchar, y en el momento adecuado para sacar el mayor provecho posible. Pero no deja de ser un charlatán que durante muchos años ha tenido la habilidad para disponer del dinero público aprovechando una presunta cruzada en favor de los pobres.

Dicen los expertos que son más de 20 mil millones de pesos el dinero público que ha utilizado para socavar los cimientos de nuestra incipiente democracia que hoy más que nunca corre el peligro de verse derrumbada por el populismo. Habla de la corrupción de los demás, pero sus hijos gastan dinero de los mexicanos, y la mayor parte de quienes lo acompañan son hombres y mujeres de dudosa reputación que han sido cubiertos por el manto protector del prócer. En otro país Claudia Sheinbaum hubiera pagado con cárcel la muerte de tantos niños en el Colegio Rebsamen, pero el manto protector del prócer le otorga impunidad. Pobre país, y lo peor es que podemos alcanzar nuestro mayor desastre electoral. Al tiempo.