Los humanos debemos aprender a convivir con los robots

 

La vieja idea de que los robots dominarán al mundo es todavía una lejana fantasía. Por ahora, los humanos debemos aprender a convivir con ellos


POR CARLOS TOMASINI / REVISTA CAMBIO

¿Quién hace los hoyos para ponerle ventanas a los aviones?, ¿quién ensambló tu celular?, ¿quién contestó tu última queja en la app de Uber? Fácil: un robot.

Pero ellos no hicieron solos ese trabajo, ya que detrás de su fabricación y funcionamiento siempre hay uno o varios seres humanos que los diseñan, los transportan, los instalan, los programan o les dan mantenimiento.

Así que aquella idea de que los robots dominarán al mundo –al menos hasta hoy– es todavía una lejana fantasía. Más bien, por ahora, los humanos debemos aprender a convivir con ellos.

Los empleos se transforman

Los robots hoy tienen un papel muy importante en el mundo, e integran en ellos tecnologías como desarrollo de software, creación de nuevos materiales o la automatización.

Ante eso, todas las personas deben aprender a lidiar con las nuevas tecnologías, incluyendo los robots, independientemente de la profesión a la que se dediquen.

De hecho, en los próximos años las personas requerirán nuevas habilidades específicas relacionadas con la tecnología (muchas de ellas incluidas en los robots) y que, quizá, todavía no se conocen.

“Actualmente, es necesario tener nuevas capacidades ante la llegada de nuevas tecnologías, como la digitalización y la automatización”, apunta Edmundo Escobar, presidente de la Asociación Mexicana de Empresas de Capital Humano (AMECH).

Y es que la formación de los profesionales en las universidades y la capacitación de los trabajadores hoy adquiere una gran importancia para cumplir con el objetivo de enseñar y aprender las nuevas habilidades que se requerirán en el futuro.

Otra creencia es que las máquinas –en este caso, los robots– obtendrán muchos de los empleos que hoy tienen los seres humanos; sin embargo, lo que pasará con esos trabajos será lo mismo que con la energía: no se destruirán, únicamente se transformarán.

“A lo largo de la historia, hemos visto que el número de empleos no ha disminuido con los cambios tecnológicos, sino que han cambiado los tipos de empleo”, asegura Escobar.

También debemos tomar en cuenta que, en el siglo XXI, no todo depende de lo que se aprenda en la vida escolar o de la capacitación que se brinde en las empresas, ya que la tecnología avanza tan rápidamente que ahora las personas deben ser las responsables de mantenerse al día de los cambios en sus áreas y, especialmente, deben estar preparadas para recibirlos.

“El profesional tiene que saber que el mundo se está transformando y que también tiene que buscar una capacitación porque su actividad se va a acabar, pero no se tiene que esperar, sino informarse de qué está pasando dentro de su actividad con el fin de irse capacitando”, subraya el especialista.

Si al final vamos a terminar conviviendo con los robots, vamos a tener que entenderlos mejor, y el mejor camino para empezar a hacerlo es conocer cómo funcionan, al menos en el nivel más básico.

Dependen de los humanos

Mientras tanto, quienes se especialicen más en los robots, tendrán más chamba en el futuro. De acuerdo con información de la empresa danesa Universal Robots (sí, especializada en robots), las ventas de robots industriales en todo el mundo se quintuplicarán en 10 años, al pasar de de 253 000 unidades que se vendieron en 2015 a casi 1.3 millones que se venderán en 2025.

Ante eso, ya que los robots combinan software y hardware, las industrias requerirán millones de ingenieros y mecánicos con el propósito de darles apoyo técnico, sin el cual simplemente no durarían mucho tiempo.

Así que se necesitarán desde ingenieros en robótica para mantenerlos funcionando hasta programadores que actualicen su software, pasando por diseñadores, dibujantes, comunicólogos (si no, ¿quién les enseñará a hablar?), arquitectos, matemáticos, físicos, químicos, entre otros profesionistas y especialistas.

¿Y en la casa? Pues en los próximos años, asistentes virtuales como Alexa o Siri tendrán que responder preguntas cada vez más complejas, por lo que alguien tendrá que “alimentarlos” con las respuestas necesarias.

Por ejemplo, Alexa será capaz de leer millones de datos para poder darte un resumen de noticias, pero necesitará que alguien trabaje profundamente algunos temas, como los de política o los relacionados con la salud, que difícilmente se podrían resolver de manera automática. Las aspiradoras robots también necesitarán la intervención humana –¿quién les va a sacar el polvo que recojan?

Los coches autónomos necesitarán que alguien esté monitoreando en tiempo real los cambios en las vialidades y ajustar los algoritmos necesarios con la finalidad de, por ejemplo, evadir una manifestación, avisar sobre un bache de esos que rompen llantas o alguna inundación. También alguien tendrá que reparar sus partes mecánicas o sustituir sus piezas, como los faros o los amortiguadores.

Detrás de un gran robot, siempre habrá un gran ser humano, definitivamente.

Los nuevos colegas

De hecho, los robots ya son compañeros de trabajo de muchas personas en el mundo en lugares como las fábricas. A estos robots colaborativos se les conoce como “cobots”, y cuando trabajan junto con los humanos, integran un muy poderoso equipo.

“Un cobot es un nuevo colega que asume lealmente las tareas que la mayoría de las personas consideran triviales y físicamente debilitantes. El gerente es el trabajador industrial, que tiene una visión general de dónde debe estar el cobot como parte de la fabricación, y qué tareas debe llevar a cabo: poner galletas en cajas, perforar interminables filas de agujeros en un objeto, empacar productos en cajas, etcétera; las tareas de trabajo son virtualmente infinitas”, describe un documento de Universal Robots.

Estos cobots deben ser programados o guiados manualmente para indicarles los movimientos que deben realizar, además de que se pueden reubicar en alguna parte de la cadena de producción.

Los que ‘no se ven’

No todos los robots se pueden ver, hay otros “virtuales” que, por ejemplo, califican tus búsquedas en Google, aunque la mayoría de las personas tienen más contacto con los “chatbots”.

Por ejemplo, cuando quieres poner una queja sobre algún servicio de Uber, la app “te va llevando” para que complementes los datos de lo que no te gustó. Eso, técnicamente, lo hace un robot.

Los chatbots más “personalizados” son aquellos que te contestan el teléfono, como los de los bancos, y te responden preguntas como cuál es el saldo de tu cuenta de ahorros o cuál es la fecha de corte de una tarjeta de crédito.

Regularmente, los chatbots, como la mayoría de los robots, responden preguntas repetitivas o que no requieren un esfuerzo considerable de búsqueda. Pero si son lo suficientemente robustos, identifican cuando alguien está enojado y, si este es el caso,  optan por pasar la llamada a algún humano.

El proceso para identificar a un cliente enojado requiere también un programador que  alimente el sistema con, por ejemplo, las groserías que suele decir la gente cuando está molesta. Por mucha inteligencia artificial que haya en el mundo, esos puntos finos siempre serán mejor atendidos por alguien que también “miente madres” en su vida cotidiana.

La ética de los robots

Uno de los mayores debates sobre temas tecnológicos en el mundo, como en el caso de los robots, es cómo cuidar los temas éticos.

Por el bien de la humanidad, las personas deben crear robots que cumplan los valores universales. Por ejemplo, ¿qué tan ético es crear un robot que sirva para matar personas? o ¿cómo hacer que un robot no “decida” matar a alguien? Hoy, los atentados con bombas suelen ser perpetrados por personas, pero ¿qué tal si alguien desarrolla un robot –como un dron– que sea capaz de sembrar una bomba en, digamos, un estadio?

Así que la ética de los robots siempre deberá ser dictada, programada y vigilada por los seres humanos.

En películas como WALL-E, la humanidad debe agradecer a las decisiones de los robots la existencia del mundo, aunque la existencia de los robots siempre estará dictada por la humanidad.

En las grandes exposiciones de tecnología, los robots, para demostrar sus habilidades, desarrollan tareas como servir cerveza, jugar ping-pong o armar rompecabezas, sin embargo, en la realidad tienen tareas más complejas y especializadas que no podrían ejecutar sin la ayuda de una persona.

Los robots ya conviven con las personas, pero de ellas depende que los humanos y las máquinas sigan siendo amigos.