Los juegos del hambre

 

El aperitivo de la precampaña ha sido como va a ser toda la campaña


Políticamente hablando, el año no empezó el 1 de enero, empezó en la primavera de 2017.

En seis meses tendremos un nuevo presidente y en medio de eso, como en la célebre serie de libros y después película Los juegos del hambre, habrá una lucha cruenta, fratricida y terrible que impondrá a un solo ganador para que el sistema siga avanzando.

El aperitivo de la precampaña ha sido como va a ser toda la campaña, es decir, brutal. Todos contra todos y además sin limitaciones ni complejos.

Ahora Andrés Manuel López Obrador incorporó a su punto de observación no sólo los fondos de inversión que normalmente nos traen parte del combustible para que nuestras finanzas funcionen, no sólo la disciplina fiscal, no sólo el respeto a la reforma energética, sino sobre todo destacó lo que piensa hacer con la reforma educativa y en ese sentido, arremetió hasta el final en su contra.

Eso además ha provocado que el combate –por llamarlo de alguna manera– entre el ahora líder de las encuestas y los tricolores que intentan desde la tercera posición convertirse en el número dos, se lleve a cabo en un juego doble como si fueran un dueto político contra el tabasqueño.

Y es que, mientras uno le ataca por el lado más débil y jugando a un cierto pesimismo retórico, el otro, el candidato de la estabilidad, el de la continuidad, el hombre que garantiza el salto sin riesgo, es mucho más prudente en las expresiones.

El dúo Meade-Nuño está hecho para eso, porque al final no hay que equivocarse, el verdadero coordinador de campaña no habita en la casa de campaña de José Antonio Meade, habita en la casa de todos, habita en Los Pinos.

Y él es el que ahora está desembarcando con algunas asociaciones extrañas, como los responsables de la opinión pública de Calderón, el equipo que le está haciendo la precampaña a Meade, una precampaña que da para todo, incluso para dar un salto hacia atrás en el tiempo y fijar nuestros ojos en el 94 y en Colosio, y para que pueda existir una fórmula A, que es la que conocemos, y una fórmula B.

En ese sentido, para López Obrador la fórmula B sería Aurelio Nuño, y el problema no es que lo diga Andrés Manuel, el problema es que eso, esa sensación latente, ese aire del 94 debilita e impide la formación de una oferta electoral clara basada en los supuestos que hicieron lanzar a Meade como el hombre del momento.

En algún lugar, algún priista debe conocer el terreno que pisa, pero de momento es un terreno resbaladizo que tal y como va dificulta mucho la consolidación y la base de la campaña del que ahora es teóricamente el candidato de la coalición del Partido Verde, el Partido Nueva Alianza y el Revolucionario Institucional.

@antonio_navalon