Los poderosos

 

Hasta ahora los esfuerzos para reducir la pobreza han sido insuficientes


Existen muchas definiciones acerca del poder, y van desde “la capacidad o facultad de ejercer una acción, el control que se ejerce sobre un grupo humano, la posición fuerte que permite influir sobre las ideas, la autoridad máxima reconocida por una sociedad, la institucionalidad que se da al Estado para ejercer determinadas tareas con independencia, la tenencia o posesiones de algo y hasta el documento que autoriza a una persona a determinados actos.

Así de simple podemos definir eso que ha venido soportando este país desde hace algunos ayeres pese a que nos decimos herederos de un régimen surgido de una revolución que presuntamente emanciparía a las clases más desprotegidas de este México tan nuestro y a la vez tan injusto. Para decirlo más claro, lo único que logramos fue quitar a una clase dominante para colocar a otra clase dominante, porque seguimos manteniendo el círculo vicioso de las mismas instituciones y las mismas costumbres.

Y no es que ese tenga que ser el destino de los pueblos, porque existen latitudes donde la clase dominante se preocupa verdaderamente por solventar las vicisitudes de los ciudadanos, donde todos tienen la misma corresponsabilidad de seguir manteniendo un sistema de vida más equitativo, donde tiene más el que más sabe y trabaja, y no el que más transa y roba. Por desgracia, en el mundo ocho personas poseen la misma riqueza que la mitad más pobre de la humanidad, y México es un fiel espejo de esa circunstancia.

Como señalé en renglones anteriores, los mexicanos realizamos una independencia para quitar a los que nos hurtaron y saquearon durante 400 años, y colocamos a los que nos han hurtado y saqueado durante 200 años, y entre los unos y los otros no hay diferencia. Pero también hay que decir responsablemente que la culpa no es toda de ellos, porque entre nosotros tampoco existe diferencia y seguimos  perteneciendo al ala de los dominados.

La culpa es, y los señaló con toda responsabilidad, de esa maldita ignorancia en que hemos mantenido a la mayor parte de los mexicanos porque los seguimos teniendo ocupados en esa nefasta sobrevivencia que no les permite ver más allá de su preocupación por malcomer y malvivir. Nunca podrá haber justicia social mientras sigamos manteniendo al 20 por ciento de los mexicanos en la miseria, y al 60 por ciento en la pobreza. La ecuación es dolorosa, pero solamente entre quienes padecen las privaciones. Lo demás ha sido discurso.

Diecinueve millones de personas malcomen una o dos veces al día porque están en la pobreza extrema. La mitad de los mexicanos son pobres, y seis por ciento de nuestra población concentra la mayor riqueza. En eso consisten nuestras disparidades. Si se mantiene la tendencia observada en los ingresos de 2014 a 2016, tomaría 120 años reducir la diferencia monetaria entre los más pobres y los más ricos en México. Hasta ahora los esfuerzos para reducir la pobreza han sido insuficientes o los poderosos no han querido que alcancemos una mayor igualdad. Al tiempo.

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