Los príncipes del régimen

 

Hay que ser muy cuidadosos con separar lo público y lo privado


Creo que Emilio Lozoya es un hombre que nunca ha sentido de verdad lo que significa ser mexicano. Me explicaré.

Él nació y formó parte de la aristocracia del régimen priista cuando éste aún era imbatible. Su padre, el ex secretario de Energía en el mandato de Salinas de Gortari, lo hizo pasar de las alfombras de Palacio Nacional, Chapultepec y Los Pinos, a las alfombras de las mejores universidades y de la industria energética.

Lozoya siempre se caracterizó por ser un mexicano de los que reparan el mundo al que les gustaría pertenecer sin considerar la realidad social que los rodea, lo que nos indica que al parecer él ha estado viviendo entre las nubes.

Por eso es lógico que cuando llegó al punto más alto de su carrera para formar parte del gabinete, resultó ser más importante que muchos de los secretarios de Estado desde su posición como director de Pemex.

Ahora no sólo Reporte Índigo, ni el inmejorable trabajo de César Cepeda los únicos que destacan todo lo que Lozoya se gastó en su gestión, puesto que ha sido la Auditoría Superior de la Federación la que ha sacado las cuentas y evidenció sus gastos por su peculiar afición a volar.

Sin embargo, ahora hay una serie de puntualizaciones realizadas por la oficina de Lozoya con elementos que considero clave y que voy recuperar en este espacio, algo que nos permitirá matizar el origen de la información.

Y es que, primero daba la impresión de que el único que usaba los aviones y los helicópteros de Pemex era el director general y no el resto de los directores que trabajaban con él.

Pero la propia anotación de la Auditoría indica que no existe bitácora que señale quién utilizó esas aeronaves, lo cual matiza mucho más los datos y deja en manos del interesado esta aclaración.

Por lo demás hay que distinguir y ser muy cuidadosos con separar lo público y lo privado, sobre todo en estos momentos de suspicacia generalizada donde cualquier cosa puede sonar peor de lo que es.

Aunque algo que sí creo es que esto se puede arreglar de una manera muy sencilla, es decir, pagando el costo de sus viajes que no fueron necesarios y todos los gastos que no se ocuparon precisamente para mejorar la vida del pueblo mexicano.

De momento dejo el tema hasta aquí y manifiesto mi convicción de que él no tiene nada que ver con el caso Odebrecht a pesar de que todo el mundo espera que en algún momento resulte contaminado.

Porque lo peor que podríamos hacer sería aprovechar esta situación de altos vuelos, para desencadenar una quema moral completa sin aún tener ninguna base o fundamento oficial que lo involucre con ese gigantesco caso de corrupción.

Twitter @antonio_navalon

GG