Madre: sólo hay una…

 

Todos intentan demostrar que tuvieron la mejor madre del mundo


En este día en el que todos intentan demostrar que tuvieron la mejor madre del mundo, cosa de la que no tengo la menor duda porque la naturaleza es tan sabia que dotó a cada uno y según su circunstancia, de la progenitora más adecuada.

O sea, todos tuvimos a la mejor madre del mundo y de eso debemos estar seguros.

No quiero entrar en esa competencia en la que nadie puede ganar. Por lo que narraré un cuentecillo que da título a este inane comentario:

Día de la Madre, festejo magno en el centro escolar primario donde intentan desasnar a Pepito, el siempre presente actor central de los cuentos pícaros. Por hoy haremos caso omiso de su “tendencia a la proclividad desmadrosa”, como hubiese dicho el joven universitario que se declaró “ejeliano”.

El libro en turno de estudio era de la autoría de Hegel o, en idioma culto, Jeguel.

La mentora se dirigía a cada alumno preguntando un hecho que lo hiciese concluir que “madre, sólo hay una…”

Carlitos, el inteligente, responsable y líder natural, comentó cuando en el rancho una vaquilla enfurecida se lanzó contra él y su hermano. Su madre, sin pensarlo dos veces, se interpuso y como milagro de película italiana antigua, el animal detuvo su carrera, asustado.

Carlitos pensó que sin duda alguna “madre, sólo hay una…”

Tocó el turno al pequeño Rockelito, el maldoso, inquieto, siempre portador de un libro de apuntes bajo el brazo, que se lanzó en extensa crónica de cuando en un hecho que pudo haberle costado la vida, su mamá lo sacó del camino de un autobús sin frenos, lo que le representó a la señora algunos raspones. Y, por fortuna, nada más.

Rockelito no vaciló en pensar que “madre, sólo hay una…”

Y así fueron pasando el nene Yoelín y sus aventuras provincianas así como otros compañeros que terminaba con la sacrosanta frase de “madre, sólo hay una…”

Con temor, la maestra preguntó a Pepito, quien hizo una detallada descripción de un sarao familiar la semana anterior. Cuando la fiesta estaba en todo su esplendor, la mamá del niño terrible le pidió que le trajera más refrescos para aderezar las bebidas.

Pepito fue al refrigerador, lo abrió, y regresó con su madre para anunciarle: “Madre, sólo hay una”. Se refería a la solitaria Coca que restaba del festejo.

Y sí, madre, sólo hay una…

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