Manitas negras

 

Después de que fueron desestimadas las firmas de Jaime Rodríguez y Armando Ríos Piter por el Consejo General del Instituto Federal Electoral, surgió una serie de cuestionamientos


Muchas cosas se han dicho y otras más se dirán en los meses subsecuentes acerca del papel desempeñado por aquellos que decidieron dejar de militar en un partido político para incursionar en eso que decidimos llamar independentismo, y que al final resultó una aventura fallida por las disposiciones discrecionales impuestas por el Consejo General del Instituto Federal Electoral, cuyos integrantes decidieron eliminar esa esperanza que muchos mexicanos visualizamos como una forma de evitar que los partidos políticos siguieran haciendo de las suyas.

Como siempre ha sido la voluntad y las ambiciones grupales quienes dieron al traste con una figura que presuntamente vendría a refrescar nuestra incipiente democracia propiciando el surgimiento de una nueva clase política más cercana a los intereses de la gente y más lejana a las aspiraciones bastardas de quienes hacen política por dinero y poder. No pretendo con esto señalar como responsables de esta disfunción a quienes integran al Consejo General, pero desde que se insertó en las leyes electorales la posibilidad de acceder a una candidatura por la vía independiente, las expectativas de los “rebeldes” del sistema se fueron a la alza y sirvió para dar cause a esas inconformidades que se presentaron con las decisiones de quienes lideran a los partidos políticos.

Quienes visualizamos esta posibilidad como un verdadero ejercicio de beneficio ciudadano, pronto nos dimos cuenta de que luchar con una clase política enquistada en las estructuras de poder por ambiciones antes que por mejorar las condiciones de vida de la gente, estaba resultado una labor titánica. Desconozco si la causa principal del fracaso del independentismo haya sido el exceso de candados impuestos por las cofradías partidistas que todo lo quieren, o las ambiciones personales de esas dirigencias de momento, que aprovechan la circunstancia para convertir sus anhelos personales en realidad.

Eso fue lo que les ocurrió a los militantes del blanquiazul cuando fueron simples observadores de las ansias de poder de quien pensaron que por su juventud velaría más por el posicionamiento del partido. Caro les salió el paso al vacío que dieron cuando eligieron a Ricardo Anaya, quien se apoderó de todas las estructuras y los dejó con un “palmo de narices” como se dice en el argot popular.

El señor Anaya se hizo dueño de las estructuras de toma de decisiones y se alzó con una candidatura que para muchos vale menos que cualquiera de todas las que han detentado en elecciones pasadas.

Para decirlo más claro, no le conceden la estatura que tuvieron Efraín González Luna, Manuel de Jesús Clouthier, Vicente Fox o Felipe Calderón, y mucho menos probidad política desde que decidió iniciar pláticas para una alianza contra natura entre la derecha representada por el blanquiazul y la izquierda recalcitrante del perredismo.

Después de que fueron desestimadas las firmas de Jaime Rodríguez y Armando Ríos Piter por el Consejo General del Instituto Federal Electoral, surgió una serie de cuestionamientos acerca de la probidad de los integrantes de esa junta que todo lo decide en la sesiones de la autoridad electoral, y ambos personajes decidieron impugnar su descalificación y emprenderán acciones para que exista una verdadera validación del trabajo de recolección de firmas. Por lo pronto, Ríos Piter anuncia que pedirá revisar firma por firma por las manitas negras de un consejero cercano a Felipe Calderón. “Cosas veredes Mío Cid”. Al tiempo.