Márquez

 

Es objeto de una acusación grave originada en Estados Unidos


No me gusta el futbol. No veo partidos más allá de copas mundiales o eventos especiales y, en consecuencia, no registro resultados, récords o jugadores. Sin embargo, no me es ajeno el nombre de Rafael Márquez. Transmite calidad y liderazgo y es prototipo de una persona exitosa. No me sumaré a su linchamiento. Es objeto de una acusación grave originada en Estados Unidos, hasta donde entiendo no fundada en pruebas. Me parece excesivo incluirlo en una tabla delincuencial como si estuviera fichado y convicto. Supongo muy fuerte el daño a su persona y a su familia, no agregaré más lodo al que ya tiene encima.

Lo hago por un elemental principio de respeto, pero mi mayor motivación son los miles de aficionados, especialmente los jóvenes y niños, para quienes el derrumbe de un ídolo de este tamaño puede cambiar sus valores.

Suena excesivo, pero debe reflexionarse: si el narco es capaz de cooptar a alguien con tantos haberes económicos, sociales y deportivos, entonces ya no tenemos baluartes, puede disponer de casi cualquiera.

El efecto demostración sería demoledor.

Mi generación beisbolera vivió algo parecido. Pete Rose fue un paradigma para nosotros. Posee hasta hoy tres récords imbatibles: hits pegados, partidos jugados y turnos de bateo. Era nuestro héroe, y de pronto se vio envuelto en un escándalo de apuestas que lo retiró de por vida del deporte y del Salón de la Fama. El efecto en las ligas mayores fue devastador, las taquillas cayeron y costó mucho recuperarlas. Desengañarse de un ídolo es muy amargo, nos hizo cuestionarnos muchas cosas, y en este caso era un extranjero.

Por eso deseo que Márquez esté fuera de este tema. Ojalá aclare su situación. Por lo pronto, en estos días ha vivido el castigo adicional de la veleidad de la afición. Yo prefiero esperar.