Metamorfosis

 

México está dentro de un universo en el que los sistemas políticos ya no son suficientes para crear esperanza


No es nuevo y tampoco era impensable, ya que desde el estallido del movimiento #Yosoy132 algo se empezó a mover dentro de México. Un país que pertenece al mundo de las redes sociales, de los emoticones y de las múltiples reacciones que se generan sobre las olas de nuestras emociones.

Se acabaron las lecciones y ahora empieza una nueva versión de nuestro país. O para ser más exactos –huyendo de la grandilocuencia de las palabras– existe la posibilidad de que inicie una nueva edición del país.

Y es que, en este momento lo importante no sólo son los personajes que ocuparán los sillones del poder –aunque esperamos que tengan un mejor desempeño que sus predecesores– porque más allá de las palabras y de los asombros, lo que de verdad necesitamos identificar es en qué lugar se encuentra la sangre nueva y dónde está realmente aquello que genera un cambio en las oportunidades históricas.

En principio había dos escenarios posibles. Por una parte, la abstención y el aburrimiento. Y por otra, en el que la fuerza de los aparatos de cada uno de los partidos pudieran comprar la elección.

Pero ahora, una vez celebradas las elecciones donde la afluencia de los que acudieron a votar no fue como para echar las campanas al vuelo, lo que sí existió fue la presencia del voto antisistema –quiero creer que en su mayoría fue emitido por los jóvenes– de mucha gente que ya está harta de que sólo se le diga que espere a que algún día las cosas lleguen a estar mejor.

En ese contexto existe algo que resulta fundamental y eso es que el punto en el que ahora nos encontramos obliga no sólo a que los candidatos elegidos se propongan a ser mejores gobernantes, sino a que los aparatos de poder que controlan a la nación sepan que lo quieran o no –independientemente de las teorías o de las culpas que se repartan– ya hay un fenómeno que se está mostrando imparable.

Y ese es el hecho de que México está dentro de un universo en el que los sistemas políticos, la clase política y los órdenes establecidos ya no son suficientes para crear esperanza y tampoco para nutrir la posibilidad de que no haya una situación en la que tengamos un punto de quiebra o de tragedia.

En ese sentido, si toda esta fuerza, toda esta ilusión momentánea y todo este empuje no se aprovechan para comprender que más allá de los nombres, de las caras y de las negociaciones esta situación ya no da más de sí, entonces o se cambia por las buenas o el siguiente paso sencillamente será cambiarlo por las malas.