México y EU fichan migrantes

 

Todo ello bajo sospecha de que haya criminales y posibles terroristas entre esa masa de aspirantes a ingresar a territorio de la potencia del norte


Por un puñado de monedas (¿o qué son menos de 300 millones de dólares anuales en promedio en la última década de ayuda para un país como México con reservas internacionales superiores a los 173 mil millones de dólares?), nuestro país aceptó mantener empeñada su alma geopolítica en el montepío de Washington, que le cobra altísimos intereses soberanos a cambio de tacañas dádivas de la Iniciativa Mérida.

El cobro usurero más reciente fue revelado por el diario The Washington Post. Resulta que, por obra y gracia de una revisión, ampliación o modificación del Plan Mérida, con ayuda en especie acordada hace más de una década, ahora México en la administración de Enrique Peña Nieto cumple la ingrata tarea, el trabajo sucio de estar fichando, al servicio de la paranoia de Estados Unidos, a no menos de 30 mil migrantes centroamericanos. Todo ello bajo sospecha de que haya criminales y posibles terroristas entre esa masa de aspirantes a ingresar a territorio de la potencia del norte.

Huellas dactilares, iris oculares, tatuajes, cicatrices, todo entra en un protocolo que se mantuvo en secreto y que ha sido aplicado en las estaciones migratorias de Iztapalapa, en la Ciudad de México, y en Tapachula, Chiapas.

Aunque la iniciativa fue suscrita al inicio del gobierno de Felipe Calderón con la administración de George W. Bush, los compromisos se han prolongado hasta la actualidad y, según el Post, representantes de ambos gobiernos acordaron extender esos registros a miles de migrantes e incluso los agentes del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos (DHS, por sus siglas en inglés) gozaron de “acceso sin precedente” a los centros migratorios en territorio mexicano. Asimismo, como retomaron varios medios del vecino país, el fichaje de migrantes podría ampliarse a Baja California (Tijuana y Mexicali) y a Reynosa, Tamaulipas, hasta llegar a “monitorear” a todo migrante bajo custodia en México.

Esto va más allá del mero discurso peyorativo y discriminativo de Donald Trump, pues se descubre una realidad de cooperación mexicana pragmática en favor del mismo gobierno que amenaza con construir un muro fronterizo y envía miles de elementos de la Guardia Nacional a preservar la frontera común tratando de evitar el paso de drogas y de personas no documentadas.

Senadores mexicanos exigieron al Instituto Nacional de Migración (INM) informar sobre estas actividades en las que se trata a los aspirantes a migrar como “criminales en potencia”. En una tarjeta informativa, el INM se adelantó a justificar el uso de plataformas de datos biométricos, incluidos rostros, huellas, iris, como “un insumo básico, necesario en la gestión migratoria de México, al igual que en otros países del mundo”.

Aunque parezca un sinsentido, Migración afirmó que en estos procesos “se garantiza la protección de datos personales”.

Nada se protege fichando. No se respeta la dignidad de migrantes ni se salvaguardan sus derechos humanos sometiéndolos a estos procedimientos mientras están virtualmente presos en México, país de paso en sus expectativas de ingresar a Estados Unidos, antes de ser deportados inexorablemente a sus países de origen.

México entrega a sus capos traficantes a la justicia de la potencia. Gringos aplicaban el polígrafo a comandantes mexicanos en tiempos de Genaro García Luna. Todo parece indicar que un absurdo y olvidadizo colaboracionismo sigue ahí, pese a las ofensas de Trump, atropellando la soberanía.