“Misericordia et misera”

 

Francisco dijo que “aunque se cierra la Puerta Santa, permanece siempre abierta de par en par para nosotros la verdadera puerta de la misericordia


El domingo 20 de noviembre, el papa Francisco cerró la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro del Vaticano y luego presidió la celebración eucarística con ocasión de la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, dando así por concluido el Año Santo de la Misericordia.

Francisco se aproximó a la Puerta Santa, se mantuvo en oración silente, y luego cerró ambas hojas de la misma puerta que abrió el 8 de diciembre de 2015 acompañado por el papa Benedicto XVI.

Ya en la celebración de la santa misa, celebrada en la Plaza de San Pedro, Francisco dijo que “aunque se cierra la Puerta Santa, permanece siempre abierta de par en par para nosotros la verdadera puerta de la misericordia, que es el Corazón de Cristo. Del costado traspasado del Resucitado brota hasta el fin de los tiempos la misericordia, la consolación y la esperanza”.

Al término de la celebración eucarística, el Papa firmó la Carta Apostólica Misericordia et misera, documento que tiene el objetivo de animar a seguir viviendo la misericordia con la misma intensidad experimentada durante todo el Año Santo.

El documento, de 22 puntos, afirma que “Nada de cuanto un pecador arrepentido coloca delante de la misericordia de Dios queda sin el abrazo de su perdón”, explica que “en este Año Santo la Iglesia ha sabido ponerse a la escucha y ha experimentado con gran intensidad la presencia y cercanía del Padre, que mediante la obra del Espíritu Santo le ha hecho más evidente el don y el mandato de Jesús sobre el perdón” .

En el inciso 12, la carta informa, en referencia a la absolución del grave pecado del aborto, lo siguiente: “Para que ningún obstáculo se interponga entre la petición de reconciliación y el perdón de Dios, de ahora en adelante concedo a todos los sacerdotes, en razón de su ministerio, la facultad de absolver a quienes hayan procurado el pecado del aborto. Cuanto había concedido de modo limitado para el periodo jubilar, lo extiendo ahora en el tiempo, no obstante cualquier cosa en contrario. Quiero enfatizar con todas mis fuerzas que el aborto es un pecado grave, porque pone fin a una vida humana inocente. Con la misma fuerza, sin embargo, puedo y debo afirmar que no existe ningún pecado que la misericordia de Dios no pueda alcanzar y destruir, allí donde encuentra un corazón arrepentido que pide reconciliarse con el Padre”.

Hacia la parte final de Misericordia et misera, Francisco anuncia el establecimiento de la “Jornada mundial de los pobres” a celebrarse cada año el XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, como una “preparación más adecuada para vivir la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el cual se ha identificado con los pequeños y los pobres, y nos juzgará a partir de las obras de misericordia. Será una Jornada que ayudará a las comunidades y a cada bautizado a reflexionar cómo la pobreza está en el corazón del Evangelio y sobre el hecho que, mientras Lázaro esté echado a la puerta de nuestra casa (cf. Lc 16,19-21), no podrá haber justicia ni paz social. Esta Jornada constituirá también una genuina forma de nueva evangelización”.