Necedad y sida

 

El VIH sigue mutando; 10 por ciento de los pacientes ya no responden a los tratamientos con retrovirales


Cuando se confirmó su aparición por allá de 1982, el miedo y el desconocimiento por el VIH, activaron el peligroso rechazo hacia los portadores y enfermos de sida. En este tiempo el microscópico enemigo ha seguido con los cambios y mutaciones que marcan su historia. Complejas recreaciones genéticas llevan a los científicos hasta 1920 cuando, la ampliación de las redes de transporte, los cambios sanitarios, y el aumento de la promiscuidad y la prostitución, habrían “facilitado” que la variable “M” se fortaleciera y saliera de Kinshasa, capital de la actual República Democrática del Congo, mientras que la variable “0” se quedó como una infección local. El tipo “M” sufrió numerosas modificaciones hasta que en Estados Unidos completó la secuencia que lo convirtió en una pandemia. En 34 años han muerto más de 35 millones de personas. A pesar de esa cifra, la ciencia ha logrado convertir al VIH-sida en una enfermedad crónica.

Incluso hoy se habla de una inyección de aplicación bimestral que sustituirá a la pesada ingesta de medicamentos, aumentando la calidad de vida para los más de 30 millones que viven con el virus. Para 2020, la lucha costará 31 mil millones de dólares cada año. Con esa cifra se pretende alcanzar el nivel de erradicación en 2030. Sin embargo, hay motivos de alerta. El VIH sigue mutando; 10 por ciento de los pacientes ya no responden a los tratamientos con retrovirales, y se calcula que 17 millones son portadores, pero no lo saben, lo que aumenta la propagación. Previo a una conmemoración más de la lucha contra el mal, recordamos su clave de supervivencia: evolución. Pero como el león no es komo lo pintan, nuestra especie es necia, sorda y lenta para el cambio ideológico, manteniendo a la discriminación por arriba del 60 por ciento. La amenaza es para nosotros, no para el virus.