El síndrome de hybris

 

Muhcos políticos viven asumiendo formas mesiánicas al hablar y con una tendencia a la exaltación


Gobernar no es sencillo ni fácil.

Un verdadero gobernante sabe que en sus manos se encuentran decisiones que afectan el presente y el futuro de los gobernados y sus generaciones.

La tarea de gobernar se ha trivializado. Debido tal vez a que basta un determinado número de clientelas políticas y no una formación profesional que sirva como respaldo teórico para una efectiva toma de decisiones en beneficio del Estado y de la sociedad.

Independientemente de la formación profesional, de la capacidad de liderazgo y de su origen social, muchos gobernantes padecen de la enfermedad mental del poder. Desde el alcalde de Macuspana Tabasco, con su personalidad narcisista al arengar a sus pobladores a vitorearle en el grito del 15 de septiembre, o aquél que –sin muestra de vergüenza–reconoce robar del erario público, hasta aquéllos que gobiernan con ideas preconcebidas que conllevan al fracaso y reticentes a cualquier cambio de dirección, bajo la premisa de que ello significaría el reconocimiento de la comisión de errores.

David Owen afirma que dichos políticos tienen una enfermedad mental a la que denomina Síndrome de Hybris, caracterizada por una perspectiva narcisista de ver el mundo bajo la construcción autorreferencial de una imagen positiva y gloriosa de su persona, más que como una oportunidad para resolver problemas sociales específicos. Dichos personajes viven preocupados desproporcionadamente por su imagen y su presentación, asumiendo formas mesiánicas al hablar y con una tendencia a la exaltación. Una excesiva confianza en su propio juicio y desprecio del consejo y la crítica ajenos. Una afirmación constante de que sus actos serán juzgados por alguien superior, como Dios o “la Historia”, que son quienes les harán “justicia”. Seguramente usted coincidirá conmigo que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

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