Nicaragua: un largo viaje de la dictadura a la dictadura

 

Daniel Ortega como emperador, aunque oficialmente presidente de Nicaragua


Los exabruptos y salidas de tono del entonces presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, hicieron que la semana pasada pasara un tanto desapercibido un acontecimiento de importancia en absoluto menor para América Latina, es decir, la toma de posesión de Daniel Ortega como emperador, aunque oficialmente presidente de Nicaragua, en lo que es su cuarto periodo de Gobierno y tercero consecutivo, algo expresamente prohibido por la Constitución nicaragüense. De manera literal y haciendo exhaustivo uso del más granado cinismo presidencial, Ortega manifestó durante su alocución que “este triunfo es muestra de que la humanidad bendita está luchando por la paz, está luchando por la justicia, está luchando por la libertad. Por la libertad de los pueblos, por la libertad de todas las familias del planeta Tierra”.

La libertad de los pueblos dice Ortega, sin importar que su Gobierno encarna una suerte de reedición de las dictaduras de Anastasio Somoza García, Luis Somoza García y Anastasio Somoza Debayle contra las que siguiendo los ideales del héroe nacional Augusto César Sandino, que luchó heroicamente contra la ocupación militar de Estados Unidos y fue asesinado por ello, el propio Ortega luchó a través del Frente Sandinista de Liberación Nacional, una organización que entre otras cosas pretendía acabar con un régimen autocrático que no reconocía la división de poderes, que no respetaba los derechos humanos ni las más mínimas libertades, es decir, un régimen muy parecido al que hoy encabeza el propio Ortega, junto con su esposa la vicepresidenta Rosario Murillo, de quien quizá resulte más pertinente decir que es la emperatriz de Nicaragua.

No cabe duda de que el pequeño y pauperizado país centroamericano ha seguido un largo y doloroso camino que lo ha llevado de la dictadura a la dictadura.