Niñez y hambruna cultural
El domingo es el Día del Niño (y la niña, por supuesto). No quiero ni pensar en cómo estarán de llenos los restaurantes, parques de diversiones y cualquier lugar kidfriendly en esta caótica ciudad.
Sin embargo, es preocupante que las personas adultas nos ocupemos más en “celebrar” una vez al año a los niños y adolescentes con fiestas llenas de comida chatarra, sobredosis de azúcar y consumo en lugar de ocuparnos, el resto del año, de aspectos clave en su desarrollo tales como la educación y el desarrollo integral.
En estos rubros se incluye por supuesto el arte y la cultura. ¿Alguna vez se han preguntado por qué en México no hay políticas públicas enfocadas a la creación de públicos? O ¿por qué en nuestro país la llamada “educación artística” incluida en el currículo educativo oficial se limita a que los niños bailen en festivales, canten y medio toquen la flauta? De hecho… ¿a algún niño o niña le importa la flauta hoy en día? El arte y la cultura, sin duda, tienen el poder de transformar la vida de una persona y, mientras más temprano se vivan como experiencia creativa, más positivo será su impacto en la formación y la vida misma.
En México, los niños asisten a escuelas donde se les obliga a pasar 80 por ciento del tiempo sentados, en un modelo de aprendizaje pasivo, estableciendo relaciones de respeto impuesto por una etiqueta de autoridad y no de empatía.
En ese contexto, la escuela en México está asociada con una experiencia de monotonía y aburrimiento. Se separa el disfrute de las cosas “importantes” de la vida, como la escuela, que es una obligación. Así, niñas y niños crecen queriendo escapar del colegio, para luego, trasladar esa frustración a querer escapar de un trabajo poco estimulante, relaciones de pareja monótonas y escapes hedonistas, vinculados a todo eso que nunca se asoció con “lo importante”: viajes, juegos, deportes, música, baile, gastronomía, fiestas y diversión.
Fomentar la cultura en los niños y adolescentes no se limita a fomentar la lectura con ferias de libros (de acceso gratuito pero con precios elevados en los productos editoriales), llevarlos al cine o a museos infantiles con precios impagables. La cultura debería ser un estilo de vida pero, si las personas adultas no vivimos esa experiencia, ¿cómo podremos transmitirlo a los que vienen detrás?
*Periodista, cronista, hedonista y feminista. Madre, viajera, libre y terrícola.
Twitter @elipalacios
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