14 de julio

 

“…el Medio Oriente puede estar en dónde sea”


Una de las demandas universales de los ciudadanos frente a actos aterrorizantes como el del pasado 14 de julio en Niza, es encontrar su sentido y, nos provoca desconcierto moral e intelectual.

Actos como el de Niza, nos causan terror porque ponen al descubierto nuestra vulnerabilidad como seres humanos y con ello ponen también al descubierto la vulnerabilidad de los Estados-Nación al cuestionar una de sus dimensiones fundamentales: brindar seguridad a los habitantes de su territorio. El terrorismo es una amenaza a la estabilidad política.

Las acciones terroristas están dirigidas a víctimas potenciales, ajenas al acontecer militar y político a fin de dar el resto de la sociedad una representación macabra que confronta a todos y cada uno con nuestra vulnerabilidad. La posibilidad de un peligro común instaura un miedo común.

El desconcierto intelectual y moral que traen consigo los actos de terror lleva a buscar una explicación simple llamando locos, fanáticos, enfermos, suicidas, a aquellos que perpetran el acto aún a costa de su vida. Esta visión simplista del terrorismo no nos permite ahondar en las explicaciones que, en un momento dado, pudieran anticiparlo. Como tampoco en la comprensión de estos espectáculos macabros y en su sentido.

Una de las características del terrorismo es que su lógica, depende en gran medida del significado que los actores le dan a sus actos. Por lo general ataques como el de Niza se llevan a cabo cuando la disidencia, la oposición, los actores que protagonizan el conflicto son una minoría frente al atacado. En este caso el llamado Estado Islámico frente al Estado Francés.

Para los integrantes del movimiento yihadista la muerte mediante un ataque los lleva directamente al paraíso. El contemplar la violencia como un mandato divino o como un deber religioso da al terrorismo más eficacia y versatilidad si lo comparamos con otros actos de terrorismo meramente laicos o políticos (los atentados reivindicados por anarquistas a principios de siglo).

Según Rappoport (2004) estudioso del terrorismo, estamos viviendo la 4ª oleada terrorista. Este estudioso identifica tres ciclos previos: 1880-1917 el primer ciclo; 1917-1965 segundo ciclo; 1968-1980 tercer ciclo. A partir de la década de los ochenta vivimos el cuarto ciclo caracterizado por dos detonadores: el primero, la necesidad de expandir universalmente las creencias religiosas a raíz de la revolución de los ayatolas en Irán (1979) y la resistencia de los muahides afganos ante el dominio soviético. Esta resistencia atrajo voluntarios musulmanes de todo el mundo y creó la red terrorista más extensa jamás conocida: Al Qaeda.

Como estrategia de una minoría frente a un enemigo poderoso, el terrorismo intenta más que emprender o estallar una guerra, ganar fuerza moral (en sentido negativo) mermando desde ahí la fuerza política del Estado y de sus integrantes. Sí es un tipo de guerra, un tipo de guerra contemporánea por sus ideales, su significado religioso y su carácter global.

El carácter intermitente y sorpresivo del terror hace sumamente difícil confrontarlo con los medios tradicionales de la guerra y la permanencia del orden : el ejército y/o la policía. El terror es altamente impredecible.

Como afirmó un testigo “…el Medio Oriente puede estar en dónde sea”. El terrorismo es global.

Nuestras condolencias al pueblo francés.