Patada a la mesa

Donald Trump nunca entendió que hay dos maneras de hacer fortuna
Antonio Navalón Publicado el
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Donald Trump nunca entendió que hay dos maneras de hacer fortuna. Una, convirtiéndose en solista y ganando el dominio de algunos instrumentos y, otra, siendo el dueño de una orquesta.

Después de la Segunda Guerra Mundial y el Bretton Woods el mundo se esforzó en conseguir una garantía y una ayuda para que no se repitieran las grandes crisis económicas y construir poco a poco el camino de la globalización en el comercio internacional.

Naturalmente en ese largo recorrido ha habido gente que ha sacado ventaja y que ha jugado un doble papel.

Los procesos de dumping o ponerse de acuerdo para bajar los precios de los productos, como el del acero, siguen siendo el gran talón de Aquiles de la economía y del desarrollo de los países.

Sin embargo, a pesar de que el comercio mundial ha controlado esas malas prácticas durante muchos años, así como lo hizo con la hegemonía financiera y tecnológica estadounidense, ha dado los beneficios más importantes para el país de las barras y las estrellas.

Ahora parecería increíble que en pleno siglo XXI la historia haya empezado a dar pasos hacia atrás. Pero así está sucediendo, y los nuevos aranceles, los aranceles de la discordia impuestos por Donald Trump sobre el acero y el aluminio, no sólo significan una reafirmación más de su célebre lema “América primero”, sino que sobre todas las cosas significa pegarle una patada a la mesa de los grandes tratados comerciales, empezando por el nuestro.

Hoy comenzamos con el acero que afecta sobre todo a China y a Canadá, mañana seguiremos con las autopartes que nos afectan a nosotros los mexicanos. Pero, ¿eso qué quiere decir? Pues que la séptima ronda de negociaciones del TLC está condenada de antemano y proyectará una de las peores sombras en este año electoral tan interesante que estamos viviendo.

Siempre existió la posibilidad de que Trump hiciera esto, y bueno pues ya lo hizo. Una vez más él decidió que lo importante es su propio programa, que en realidad no existe, y sus lemas cortos que buscan la reafirmación de Estados Unidos de América.

¿Y el resto del mundo?

Trump ha elegido ser un solista y ha destruido la orquesta. Se le olvidó que la orquesta también es suya, se le olvidó que hoy el negocio de EU en el mundo está compuesto por muchos factores, no sólo por el acero de primera, segunda o tercera de los chinos y los canadienses.

Pero a partir de aquí lo importante también será saber ¿cuándo recordarán los electores de Trump que sin él vivían mejor?

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