El estilo personal de gobernar

 

El Gobierno Federal está en crisis


Si hay algo que distingue a quienes han ocupado la Presidencia de la República es ese tan peculiar “estilo de gobernar” del que hablara en una de sus obras Daniel Cosío Villegas.

Quizá ahí es donde debiéramos encontrar las respuestas a las interrogantes de por qué se hace algo o no se hace, y por qué se postergan las soluciones cuando la dilación tiene efectos nocivos en la gente.

Para decirlo de otra forma, en el cálculo de la causa y el efecto pudiera está el éxito o el fracaso de un gobierno.

Hace algunos meses platicaba con un gobernador acerca de las dificultades iniciales del gobierno de Enrique Peña Nieto, y le señalaba el estilo de José López Portillo para darle cohesión al pacto social y al pacto de poder a través de lo que llamaba “Las Reuniones de la República” que se realizaban cada año, y la pertinencia de proponerle un esquema similar. La respuesta fue lacónica: el Presidente no habla con los gobernadores.

Insistí en que le entregara en propia mano el proyecto y terminó por confesar que todo debía proporcionarse al titular de Gobernación, quien guardaba en un cajón los documentos y esperaba el momento adecuado, desde su muy particular punto de vista, para tratarlo con el Presidente de la República. En la mayor parte de las veces los asuntos prioritarios de los estados del país “durmieron el sueño de los justos”. Así de simple es la realidad de este nuevo estilo de gobernar.

El Gobierno Federal está en crisis. Y no se trata de ponerle un epíteto a la circunstancia que vivimos con el febril activismo organizado por la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, simplemente es que para encontrar una solución se tiene que determinar el punto en que estamos. Ante un gobierno en crisis, los sectores productivos caminan en el mismo sentido, pero también la organización magisterial comienza a dar signos de agotamiento por el hastío de la gente.

Las crisis siempre presentan oportunidades para resolver los problemas propios del conflicto. Y en el caso que nos ocupa Enrique Peña Nieto tendrá que discernir con quién le conviene pactar. Con los rijosos especialistas en generar pobreza, y a costa de seguir manteniendo un futuro negro para nuestros hijos, o con quienes representan a los sectores productivos del país y los únicos capaces de generar riqueza. Cualquiera de las dos opciones tiene el mismo grado de dificultad, la diferencia es que en la primera apuesta perdemos todos, y en la segunda ganamos todos. Así de sencillo. Al tiempo.