El gato y el ratón

 

El Primer Mandatario dijo que velará por la seguridad de cada mexicano en el lugar donde se encuentre


Ayer vino Donald Trump de visita oficial a nuestro país. Fue recibido por el presidente Enrique Peña Nieto en la Residencia Oficial de Los Pinos. Ante la insistencia del candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos de construir un muro para impedir la inmigración ilegal, señalando de paso a los centroamericanos como delincuentes, el Primer Mandatario dijo que velará por la seguridad de cada mexicano en el lugar donde se encuentre, porque esa es su obligación.

Qué bueno que el señor Peña Nieto adquiere ese compromiso, porque hasta ahora ha sido demasiado paciente con los integrantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, quienes un día sí y otro también se han dedicado en los últimos tres meses a destruir lo que con tanto empeño y dedicación hemos construido los mexicanos desde hace poco más de dos siglos.

Nos hemos dado instituciones que han garantizado la convivencia armónica de los mexicanos y las seguimos perfeccionando cada día. Durante 200 años de vida independiente las hemos fortalecido a la vez que adecuado a la exigencia de los tiempos que vivimos, y una de ellas es la Reforma Educativa para tener mejores condiciones de competitividad en los mexicanos de ahora y los del futuro.

Pero a fuerza de ser sincero pareciera una contradicción que el Primer Mandatario señale que está obligado a defender a los mexicanos en el lugar en que se encuentren, y haya vacilado, hasta ahora, a imponer la ley frente al daño que nos ha causado desde hace muchos años la disidencia magisterial con sus marchas, plantones, usurpación de funciones, delincuencia organizada, y muchas lindezas más en las que se han especializado desde hace muchos años.

El mayor daño lo han causado en Chiapas, Oaxaca, Guerrero y Michoacán, donde los sectores más desprotegidos de la población se han quedado rezagados frente a los demás estados, producto de la deficiente educación que reciben los niños, lo que por fuerza los conduce y condena a seguir engrosando las filas de la pobreza.

Pero también es preciso señalar que esto es producto de la mala preparación de los propios maestros, y su recurrente vocación para alejarse de las aulas.

Digámoslo de otra forma: son empleados de todos los mexicanos que con nuestros impuestos pagamos su salario. Y también le pagamos a quienes nos gobiernan para que nos protejan de cualquier eventualidad que amenace nuestra paz pública. El problema es que los maestros hacen lo que quieren y delinquen todos los días, mientras el gobierno ha mantenido una actitud timorata y contemplativa desde hace tres meses. Qué bueno que el señor Trump no conoce nuestra realidad, porque pudo haber revirado cuando nuestro Presidente dijo que es su obligación defender a los mexicanos en cualquier lugar.

Por lo pronto, aunque no nos guste la CNTE juega el papel del gato.

Al tiempo.

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