Percepciones

 

Todos manifestamos desconfianza y decepción por las autoridades locales


Acudí el sábado a una comida. Éramos 40 personas, de entre 40 y 70 años, hombres y mujeres, vinculados a sectores privado y público, activos y retirados, independientes de partidos o funcionarios, y habitantes de todos los rumbos de la Ciudad de México. La plática, rica e informada, derivó en la inseguridad de esta urbe. Fue impresionante.

El catálogo de situaciones rebasa cualquier imaginación. Todos, sin excepción, habíamos recibido llamadas de extorsión, algunas por desgracia efectivas. Más de la mitad había presenciado hechos delictivos en este año, de día y de noche; robos, asaltos, agresiones y algún asesinato, y varios dijeron haberlos sufrido en carne propia.

Más de 30 señalaron padecer alguna construcción en su zona, donde las violaciones a la norma son evidentes y, casi todos, problemas de abasto de agua, desde interrupciones de flujo hasta carencia por más de un día. Otra mitad sufrió un incremento anómalo en su predial, desde 20 hasta 4000 por ciento (caso de quien esto escribe).

Todos manifestamos desconfianza y decepción por las autoridades locales. La gestión se calificó como la peor de la ciudad desde la posibilidad de elegirlas. Nadie consideró importante la desbordada defensa de la mejor constitución de las galaxias, porque ninguno la sentimos propia, no se le conoce, no se nos tomó en cuenta. La policía es vista con reserva. No se le asume como solución sino como parte del problema, y es casi unánime la idea de un cochupo con permisionarios del transporte público, de ahí su impunidad. Alguien puso un caso demencial: en una misma calle, en 100 metros, hay una zona de 20Km/h, otra de 30 y otra de 50. Nadie puede cumplirlos, debe ser paraíso de las videocámaras.

No se pretende darle representatividad estadística a lo anterior, pero tal vez a alguien pueda interesar.