Pinos-PRI: el último adiós al viejo sistema

 

El PRI es ahora una coalición de grupos dominantes diversos que no se someten a los hilos del presidencialismo


Lo de menos es saber si Manlio Fabio Beltrones abandona la presidencia del PRI por la derrota del pasado 5 de junio; lo que interesa saber es si en Los Pinos se procesó el significado estratégico del saldo electoral: el Presidente de la República ya no puede seguir dominando unidireccionalmente las decisiones políticas del partido, comenzando por las candidaturas.

El tema es viejo. Nació con la fundación del PRI: el presidente Elías Calles no quería la reelección de Obregón ni la candidatura de Vasconcelos, ni la de Antonio Villarreal en 1934. Cárdenas optó por Ávila Camacho y bloqueó a Juan Andrew Almazán. Alemán sacó a Ezequiel Padilla y a Miguel Henríquez Guzmán.

Desde Los Pinos se decidieron las candidaturas de López Mateos, Díaz Ordaz, Echeverría, López Portillo, Salinas y Zedillo, dejando de lado a aspirantes disidentes, sobre todo a Cuauhtémoc Cárdenas en 1988.

La relación orgánica Pinos-PRI fue la clave estructural del sistema político priista. Sólo que desde el Estado autónomo de Salinas y la “sana distancia” del PRI con Zedillo, el PRI asumió una nueva estructura interna de grupos de poder.

La oligarquía del partido pasó a jefaturas autónomas: gobernadores, jefes de las bancadas en el Congreso, líderes de los sectores corporativos, empresarios y sacerdotes orgánicos, medios de comunicación dependientes de concesiones oscuras y pautas publicitarias, intelectuales con fama fuera del Estado.

Así, el control presidencial se relajó y ahora el último jalón del presidencialismo priista el 5 de junio no pasó la prueba de la democracia electoral: los candidatos a gobernador escogidos al viejo estilo no llevaron la garantía presidencial de la victoria. Desde 1997 el PRI debió de haber asumido los nuevos parámetros del sistema político priista, pero su insensibilidad llevó a las derrotas de 1997, 2000, 2006 y ahora 2016. Y en el 2018 podría repetir el error de análisis político estratégico.

El PRI es ahora una coalición de grupos dominantes diversos que no se someten a los hilos del presidencialismo. Si la relación Pinos-PRI sigue siendo la misma a pesar de los avisos, los saldos seguirán siendo negativos. Beltrones falló al no entender la lógica de la coalición dominante. El error de suponer edad –Mariana Moguel Robles como presidenta capitalina impuesta por Beltrones– se vio en la Ciudad de México: el PRI sacó menos votos que los independientes y que los votos nulos y el 23 por ciento de lo acumulado por Morena.

La crisis en la relación del Presidente de la República con el PRI comenzó en 1981 cuando López Portillo desdeñó el papel de dos de las variables científicas de la política a la mexicana: la ley del péndulo y la teoría de circulación de las élites.

Al romper el mecanismo regulador del escalafón y del reparto del poder, el Presidente de la República y el PRI entraron en la lógica de la personalización del poder, pero en un sistema regulado por las relaciones entre oligarquías políticas. La mayoría de candidaturas a gobernador en 2016 fueron decididas verticalmente, no en función de acuerdos en una gran coalición dominante.

Ahí reventó el viejo modelo de dependencia del PRI al presidencialismo anterior a la alternancia del 2000. Beltrones pareció ser la figura de conciliación en esa coalición dominante, pero al final operó como viejo jefe partidista.

Para Edomex y el 2018 el desafío del PRI estará en el nuevo esquema de distribución interna del poder del viejo sistema político priista.


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