Plañideras

 

A puñaladas iguales, llorar es cobardía


A puñaladas iguales, llorar es cobardía.

Deberían saber esto los miembros de la sociedad mercantil a cargo del Gobierno de la CDMX, hoy convertidos en plañideras ante “el embate del Gobierno Federal contra la Constitución local” tan “conocida y defendida por los ciudadanos”, según los sueños guajiros de su isla de la fantasía, con todo y Tatoo.

Fueron sordos e insensibles a la sensatez de muchas voces advirtiendo los excesos retóricos del documento.

Debían “pavimentar las aspiraciones del Jefe” con un texto a nivel de las galaxias, cuya perfección lo hacía el ordenamiento “revolucionario y vanguardista” esperado por siglos en el universo entero. Incorporar como obligación constitucional el derecho a una vida digna, aunque la indignidad sea el pan amargo de cada día para miles de capitalinos ante la incompetencia gubernamental, incapaz – entre otras muchas cosas– de poner en orden a peseros y taxistas, o el derecho al agua y a la vivienda, cuando su entrega a los intereses de fraccionadores y constructoras nos hace vivir en sequía constante es, cuando menos, una dolorosa paradoja. Ojalá muchos los demanden para cumplir estas obligaciones, será interesante verlos en actos de escapismo al modo de la casa.

Despreciar la opinión ciudadana, ignorar en sus afanes imperiales las jurisdicciones y las competencias federales y locales, no podía tener otro desenlace. Pero siempre ocurrentes, hoy plantean con un tufo de soberbia casi insana, ¡qué sea la Constitución Federal la que se ajuste a la local! La Corte tiene la palabra para resolver las impugnaciones de, hasta ahora, ocho instancias gubernamentales, legislativas y autónomas. Por eso la mafia alrededor del jerarca, responsable del proyecto electoral, pagada con recursos públicos por cargos deficientemente ejercidos, lo ha hecho salir a desgranar dislates. Todo termina por acomodarse, especialmente la ineficiencia y la improvisación.