Lo malo conocido

 

En este país desafiar las leyes ya forma parte del diálogo de la normalidad política


Estamos viviendo en un momento de la historia política del mundo en el que muchos pueblos a los que les ha llegado la hora de la verdad, han decidido apostar por lo malo conocido.

Sin embargo, ése no es el caso de nuestro país, ya que llevamos demasiado tiempo rompiendo el Récord Guinness de ir eligiendo a alguien  que resulta ser cada vez peor.

Y no quiero decir que todo se haya hecho mal, porque han existido iniciativas como las reformas estructurales que no sólo han sido lo más importante de este sexenio, sino que seguramente se han convertido en lo más relevante de la política mexicana en los últimos años.

Aunque no es suficiente con tener un ambicioso plan para que los próximos 20 años nos vaya mejor, porque los pueblos necesitan tener una calidad de vida inmediata, y en ese sentido hay que reconocer que el tiempo no ha jugado a nuestro favor.

Ahora la crisis del petróleo, el Brexit que evidencia las fracturas de la Unión Europea, los próximos gobiernos en otros países, el debate electoral en EU, con una campaña donde un hombre de 74 años –Bernie Sanders– se atreve a desafiar a los Clinton y un especulador del ladrillo –Donald Trump– demuestra que lo políticamente correcto ya pasó de moda y es momento de gritar desde las entrañas y no desde la cabeza; ponen de manifiesto las razones  por las que urge una transformación.

Pero lo que más duele es aceptar que por mucho que nos llenemos la boca con palabras de que por fin hemos entendido los mensajes, eso aún es mentira.

En este momento hacia donde se mire se aprecia lo mismo. Puesto que necesitamos un cambio real que recupere a la gente, aunque sólo sea en la certeza de que no hace falta que nos corran porque ya tenemos un plazo fijo para irnos.

Desafortunadamente en este país desafiar las leyes ya forma parte del diálogo de la normalidad política. En este país que todo sea una declaración sin consecuencias ya forma parte de la cultura del enojo.

Y en este país llegó la hora de considerar que el bono demográfico no debe impedir a toda una generación la posibilidad de ir a la universidad, ni obligarlo a ser sicario o a condenar su futuro sólo porque ya no hay opciones para tener una vida mejor.

En ese contexto, no resta más que pedirle a los políticos y a los partidos que mediten bien y que no den un paso más en ese camino que nos lleva a seguir rompiendo el Récord Guinness del pueblo que más aguantó, puesto que eso siempre tendrá un final infeliz.

Todo eso lo podemos llegar a entender, pero con lo que definitivamente no se puede es con la inconsciencia y el espíritu suicida de la clase política.

@antonio_navalon