Cálculo de resistencia

Los gobernantes sólo van colocando al pueblo en un grado máximo de indignación
Antonio Navalón Publicado el
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Nunca ha quedado claro cuánto puede aguantar un pueblo.

Tampoco ha quedado claro por qué razón una mañana sin pretenderlo, te levantas y resulta que fue el último día de algo, de una relación amorosa, de una relación profesional o de una amistad.

Pero lo que sí sabemos es que el comportamiento humano es metódico en la asimilación de experiencias y absolutamente aleatorio en las causas por las que explota.

En ese sentido, ¿cuánto tiempo más aguantará México observando el espectáculo denigrante y deplorable en el que todos estamos contra la corrupción, pero a la hora de la hora en el presupuesto del año 2017 no adjudicamos más que unos cuantos pesitos para combatirla?

Y además, qué tiene que ver en la lucha contra la corrupción el comportamiento de un partido político, en este caso el PRI, que ahora trata de mostrarse ejemplar con una decisión en la que sin presentar investigaciones previas, denuncias o pruebas que vayan más allá de recortes de periódicos, priva a algunos de sus miembros de los derechos de su militancia.

¿Eso qué quiere decir, que se abre el camino para los periódicos o para los tribunales? ¿Y mientras tanto, qué está haciendo la PGR? ¿Qué estamos haciendo los investigadores? ¿Y al final las pruebas de la tan cacareada lucha contra la corrupción, dónde están?

Porque uno de los mayores problemas que tenemos es que ya hemos llegado a la cima de la locura. Ya que por una parte todo es corrupción, corrupción, corrupción y la constante promesa de que acabaremos con ella –el gran cáncer que consume nuestra democracia–. Pero por otra, más allá de las declaraciones y los discursos, no hay acciones ni hechos contundentes que puedan comprobar y sancionar algo tan sencillo como el hecho de que el dinero se destina para un fin específico, simplemente termina en el bolsillo de otra persona.

Eso es algo que todos entendemos, y además es algo que independientemente de la figura penal que se le aplique –peculado, apropiación o enriquecimiento ilícito– tiene de forma inmediata una percepción social clara, que es: quien la hace la paga.

Pero mientras tanto los gobernantes sólo van colocando al pueblo en un grado máximo de indignación. Y como país, como estructura, como gobierno y como sociedad, sólo vamos recordando una y otra vez que el mal existe, que el verano está libre, que los malos no pagan y que los inocentes sólo tienen que sufrir.

¿A poco no les parece todo esto un suicidio colectivo?

@antonio_navalon

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