¿Quién es mi madre y mis hermanos?

 

Un buen cristiano siguiendo enseñanzas que nuestro Señor nos legó


El cisma protestante perpetrado por Martín Lutero ha negado varios de los sacramentos, entre ellos el principal que es la sagrada Eucaristía; además, los dogmas de la Madre de Jesucristo: su Concepción Inmaculada, su Maternidad divina, su Virginidad perpetua y su Asunción a los cielos en cuerpo y alma.

Tras 500 años de cisma, sus consecuencias se han hecho evidentes con la división de familias, el proselitismo entre católicos y la denostación de la Iglesia.

Además cismáticos, los seguidores de Lutero, han incurrido en grandes desaciertos como afirmar que Jesús tenía hermanos y hermanas, hijos de María, y que por lo tanto no era virgen; y han querido encontrar en el Evangelio un aparente desdén de Jesús hacia su madre en su pregunta “¿Quién es mi madre” (Mc 3,33).

Nada más absurdo, pues en la pregunta se encuentran signos del amor entre Jesús y María, y del amor de ambos hacia nosotros.

Este es el texto: “Llegan su madre y sus hermanos y, quedándose fuera, le envían a llamar. Estaba mucha gente sentada a su alrededor. Le dicen: –¡Oye!, tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan. Él les responde: –¿Quién es mi madre y mis hermanos? Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: –Estos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre” (3,31-35). La expresión “Quien cumple la voluntad de mi padre, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre” era una expresión de uso común en tiempos de Jesús, referente al patriarca, al padre de familia, a quien los suyos le deben fidelidad y obediencia, y expresa que todo aquel que en casa cumple la voluntad del padre, es la propia madre y los hermanos.

Entre los pueblos semíticos, la palabra hermano, además de referirse a los otros hijos de los propios padres, en un sentido amplio se refiere a la relación entre los demás habitantes de la misma ciudad.

Un caso ilustrativo se encuentra en el Evangelio de san Juan, cuando refiere que “junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena” (19,25), cuando bien sabido es que María fue hija única de san Joaquín y de santa Ana.

El Evangelio muestra que el amor de María es tan sublime, que Jesús quiere compartir ese amor de ella con nosotros en un signo de unión entre los seguidores de Cristo, pues los hijos de Dios, los hermanos de Jesús y los hijos de María somos todos los que queremos hacer la voluntad de Dios.

Aquella pregunta de Jesús “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” va dirigida a todo aquel que quiera ser buen hijo de la Virgen María y amarla mucho, a ser un buen discípulo de Jesús y un buen cristiano siguiendo las enseñanzas que nuestro Señor nos legó, Hijo del Padre e Hijo de la Virgen María, Madre suya y Madre nuestra.

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