Revolución

Es toda rebelión triunfante, cambio logrado
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La revolución busca cambiar lo de adentro, la independencia, sacudirse lo de afuera.

Revolución es toda rebelión triunfante, cambio logrado. No necesariamente implica lucha armada.

Hay revoluciones del conocimiento, de las ciencias, de las costumbres, de los paradigmas. Así lo aprendimos los educandos de los años 60, en pleno auge de la insurrección de los barbudos en Cuba y de los movimientos estudiantiles en varias partes del mundo.

Hago estas reflexiones en el 107 aniversario de la Revolución Mexicana, cuando ese levantamiento ya dice muy poco a los jóvenes de hoy. Es un asunto “pasado de moda”. Ni en la escuela se dedican tantas horas a su estudio. En mi opinión es mejor así, cuando ya ningún partido se apropia de la efeméride como sucedía en mi tiempo, cuando el “Señor Presidente” era el único legatario y, desde luego, consumador supremo de aquellos anhelos de justicia e igualdad.

Desacralizado el asunto, el análisis es más sereno y ecuánime. Se amplió la posibilidad de poner pros y contras en el examen y eso ha permitido entender de manera más objetiva aquella gesta.

Es evidente la deuda no cubierta a los campesinos y a las comunidades rurales, tan devastadas hoy como entonces.

La educación indígena es la menos importante, y la comida sigue siendo para otros. Eduardo Lizalde, el Tigre sublime, lo pudo decir de modo insuperable: “El principal deber de un revolucionario es impedir que las revoluciones lleguen a ser como son”.

Zapata se volvió lugar común, a pesar de su grandeza. Pocos lo entienden. “Sólo tú no pediste tributo a tus hermanos, ni recompensa alguna por tus obras” (Jesús Sansón Flores, 1909-1966).

Es inevitable el desencanto. El país no cuajó con tanta sangre, los muertos no descansan, lejano el horizonte que buscaron alcanzar. Alguna vez se logrará.

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