La ciudad es sexy

 

La Ciudad de México le dio la espalda al puritanismo


La Ciudad de México le dio la espalda al puritanismo. Las recientes elecciones demostraron, entre otras cosas, que el discurso que defiende un único modelo de familia y que va en contra de los derechos de las mujeres respecto a su maternidad no tiene un gran número de seguidores. El candidato que se apropió de esta postura, seguramente pensó que recogería un sentir no escuchado, alcanzó apenas un poco más del 10 por ciento de los votos.

Creo que ese resultado no sorprende a nadie. La apertura que con los años se ha conseguido en esta ciudad no tiene vuelta atrás y las nuevas generaciones pueden estar o no de acuerdo, por ejemplo, con la diversidad sexual, pero lo que sí tienen claro es que las leyes protegen muchos derechos sexuales y reproductivos de la población capitalina.

Podríamos decir que el principio de este contexto de libertades en el que ahora vivimos comenzó hace más de una década, cuando salió del Código Civil la referencia a las “faltas a la moral”, que se utilizaba con el objetivo de extorsionar a parejas que se daban cariño en los asientos traseros de los coches o en la oscuridad de algún parque. Y qué decir de los hombres homosexuales, a quienes no sólo se les aparecían los guardianes del orden en los rincones oscuros que buscaban para sus encuentros, también eran perseguidos hasta la intimidad de sus reuniones privadas.

La moral es relativa (depende del contexto histórico específico), en cambio, la ética es universal, así que mientras no haga daño a nadie, cada persona es libre de hacer lo que le plazca con su sexualidad. Hoy en día lo ético es respetar las diferencias y la diversidad de gustos eróticos, y esa perspectiva ya está plasmada en las leyes de esta urbe.

Con esto no quiero decir que todos deban salir a las calles con el fin de tener relaciones sexuales en su esquina favorita, también hay que reconocer que existen lugares públicos en donde se dan escenas sexuales con cierta frecuencia, y hasta han generado cierta “tradición”. Por ejemplo, el bosque de Chapultepec ha albergado un sinfín de besos, “fajes” y coitos, tantos que (supongo) no se podrían contar.

Al parecer, el entorno boscoso es el preferido de los amantes, probablemente porque es más fácil esconderse y encontrar un rincón más o menos privado. Hasta antes de la remodelación, incluso la Alameda Central fue escenario de muchos arrumacos y revolcones de personas provenientes de todos los estratos.

Y ni hablar de otro enorme espacio natural como es la Ciudad Universitaria. El famoso espacio conocido como “Las islas”, ubicado entre las más antiguas facultades –Filosofía, Derecho, Arquitectura, Ingeniería y Medicina–, se va poblando con parejitas ávidas de contacto conforme avanza la oscuridad.

La Ciudad Universitaria guarda también una especie de secreto en la montaña: un rincón para el sexo gay. Mucho tiempo ha sido un secreto que sólo le interesa a esta población, por eso su ubicación se comparte de boca en boca (literal y figurativamente) e incluso se ha ido moviendo de lugar debido a los esfuerzos de las autoridades de la universidad por acabar con esos encuentros clandestinos.

Boscoso o no, los capitalinos muchas veces han buscado cómo esconderse y seguir disfrutando la calle, con frecuencia porque no tienen dinero con qué pagar un hotel y la urgencia apremia, y otras veces debido a que les gusta la aventura y adrenalina que esto implica. Sea cual sea la motivación, las parejas de ayer y de hoy se adueñan de varios espacios con el propósito de disfrutar el sexo; de esta forma, además de poseer uno el cuerpo del otro, ambos hacen suya a la ciudad.

* Periodista especializada en salud sexual.