Salma, Kate, Loaeza, primera generación de chicanos en México

 

La primera generación de chicanos nacida en México es ya estadounidense


Aunque tienen residencia estadounidense y pueden votar localmente, los exhortos de Salma Hayek y Kate del Castillo a favor de Hillary Clinton representan una evidencia de la muerte del nacionalismo mexicano. En lugar de impulsar organizaciones hispanas para operar como grupos de presión a favor de iniciativas migrantes, las dos han preferido asumirse como gringuitas negando el conflicto histórico que Donald Trump revivió con su racismo.

En México hay también ejemplares similares. La escritora Guadalupe Loaeza, la de Las Niñas bien, ha pedido de manera recurrente el voto a favor de Hillary Clinton pero no como ejercicio geoestratégico sino por simpatías con la esposa de Bill Clinton y a partir de una identidad de género que la propia Hillary Clinton nunca reconoció porque su única definición es la ambición de poder y su representación del establishment de los grupos dominantes en EU.

Estos casos y muchos otros de mexicanos con nacionalidad aun local –con o sin residencia estadounidense– dibujan a la primera generación de chicanos nacidos en México, son los hijos del tratado de comercio libre de Carlos Salinas de Gortari que pasó por la cancelación de la historia de acosos, mutilaciones territoriales, invasiones y dominaciones del imperio estadounidense sobre México. Son los hijos de ese modelo económico que subordinó a México a los intereses dominantes de EU, no sólo comerciales sino educativos e históricos.

Y son los nietos de la primera generación de norteamericanos que nacieron en México producto de la cultura musical importada, de las modas en el vestir y en el actuar, de la inevitabilidad histórica de un nacionalismo agotado por el PRI en aras de su sobrevivencia, de esa generación identificada y caracterizada así por Carlos Monsiváis en una crónica de 1969 sobre el gran concierto del grupo The Who, la generación de la ruptura social de los 60 que encontró finalmente su residencia moral y territorial con el tratado de comercio libre, los nietos e hijos tecelianos de la integración económica que pasó primero por el fin de la historia mexicana de independencia con la firma del TCL.

Los que votan en las urnas estadounidenses y los que votan con su apoyo a candidatos del establishment contribuyen más bien a reforzar la dependencia. Al final de cuentas, Hayek y Del Castillo hacen negocios en EU, y necesitan no una definición moral o social sino una garantía para sus utilidades. Por eso piensan, actúan, se mueven y deciden como gringuitas y no como mexicanas, aunque los mexicanos aquí que apoyan con entusiasmo a Hillary andan con el deslumbramiento de la condición de género de Hillary, aunque en la realidad haya avalado la depredación sexual de su marido hostigando a las afectadas por su condición de mujer.

La primera generación de chicanos nacida en México es ya estadounidense. The White House 2016: Las campañas presidenciales en EU tienen como escenario un chiquero. Pero la votación se dará en el terreno de la realidad real. Y ocurrirá lo que en España: a pesar de las evidencias de que el Partido Popular estaba hundido en la corrupción, el apoyo de los votos lo puso en primer lugar. La justificación fue realista: votar “tapándose las narices” para evitar el hedor, pero eludir aventuras. Los estadounidenses van a votar por Hillary Clinton tapándose las narices para no oler su corrupción.

Política para dummies:

La política es el arte de ver la realidad en las apariencias, aunque luego se mueva en el escenario de las apariencias para evadir la realidad.