Sin resultados

El presidente estadounidense Donald Trump. Foto: AP 

La eficiencia de la administración Trump es igual a cero


Los gringos, esos con los que tratamos de explicar por qué Dios nos dio tantas cosas buenas pero equilibró la balanza al ponernos en su frontera, se caracterizan por su sentido práctico, su organización, sus ejércitos y por la forma en la que cumplen sus leyes.

Sin embargo, no son perfectos, tienen corrupción y vicios. Y es que son la Sodoma y Gomorra de la heroína, donde están muriendo miles de estadounidenses entre los 45 y 55 años como consecuencia del consumo de opiáceos, algo que habla de la crisis tan profunda por la que atraviesa ese país.

Pero en medio de todo eso, estamos presenciando una situación inédita, porque si bien el Partido Republicano tiene la Presidencia, el dominio del Congreso y la mayoría en el Senado, no hay ninguna razón que pueda explicar cómo es posible que no entreguen resultados. Salvo que Donald Trump ha ido demostrando que si las clases políticas conocidas son terribles, las nuevas han resultado mucho peor.

Entonces, ¿qué podemos hacer, acaso no tenemos solución?

Imagínese el cuadro: hay un presidente con los niveles de aceptación más bajos de la historia estadounidense, hay un cuerpo legislativo y hay unos fuertes intereses que, en conjunto, son incapaces de producir algo positivo para su pueblo.

No sé cuánto tardará en resolverse el Russiangate, pero cuando se saque el balance de este primer año de la administración Trump la conclusión será clara: el negocio no salió, el edificio no resultó y el cimiento está podrido, hablando en términos que el magnate pueda entender.

¿Qué decisión debemos tomar? Porque no nos podemos ahogar con toda esta horda de salvajes que desde las instituciones traicionan a los pueblos y provocan inestabilidad social.

Aunque en un contexto así sólo nos queda la esperanza para buscar algo nuevo a pesar de que eso es peligroso, puesto que podemos llegar a un Macron que entre otras cosas es un hombre que no sólo produce opiniones inteligentes, sino que, además, hace movimientos muy arriesgados.

Porque llevar al presidente de EU como invitado al desfile que conmemora el día en que nació la nueva Francia, el 14 de julio de 1789, fue como echarse un volado ante una situación que pudo haber acabado muy mal.

Y es que, vaya usted a saber qué se le ocurría al comandante en jefe de las tropas estadounidenses delante de una Francia que está ofendida porque no está dispuesta a ser asesinada por las emisiones de CO2 que seguirá generando Mr. Trump.

Pero mientras tanto su país –la aún potencia económica junto con China– está enfrentándose al peor balance de los últimos cien años de su historia, porque la eficiencia de la administración Trump es igual a cero.

@antonio_navalon