Slim y Amlo

 

Carlos Slim conoce la probable peligrosidad de Andrés Manuel López Obrador en el caso de que que llegue al poder con mayoría en el Congreso Federal


Carlos Slim pasó de ser un simple pastelero y zapatero a engrosar las filas de los hombres más ricos del mundo. Recordemos que sigue siendo propietario de las marcas Domit y El Globo, que le redituaron capitales en suficiencia para incrementar su peculio personal. Su sagacidad ha sido manifiesta, y como dicen por ahí, pareciera que huele las oportunidades. Lo demostró cuando Carlos Salinas de Gortari decidió que Teléfonos de México pasara a manos privadas a causa de la guerra que daban sus líderes sindicales, Salustio Salgado y Francisco Hernández Juárez. Curiosamente el segundo reclamaba elecciones democráticas del primero, pero al llegar a la titularidad sindical se le terminó esa vocación democrática que poseía como oposición.

Alfonso Romo ha sido pilar fundamental de la estrategia de Andrés Manuel para buscar cercanía con diversos grupos empresariales, tarea que se ha complicado a causa del temor que el tabasqueño viene causando con sus radicales posicionamientos y la forma en que se propone repartir dinero a diestra y siniestra sin que haya utilidad alguna para el país. Pero lo más grave es que los principales hombres y mujeres del dinero comienzan a visualizar la entrega que el señor López Obrador llevaría a cabo para corresponder a la generosa ministración de recursos que le han hecho algunos gobernantes del Cono Sur del Continente.

Por eso Carlos Slim ha comenzado a marcar lejanía de su anterior socio cuando construyó los segundos pisos del Periférico sin consultar su viabilidad a quienes estaban al frente de las jefaturas delegacionales. Para decirlo con mayor propiedad, el señor Slim es un empresario que encontró una veta para la realización de negocios y la supo aprovechar cabalmente. Tantas fueron las facilidades otorgadas por Andrés Manuel, que además se apoderó de los terrenos que detentaba el Fideicomiso Alameda, encargado de la rehabilitación de los edificios colapsados el 19 de septiembre de 1985, y terrenos aledaños que supo aprovechar muy bien.

Carlos Slim conoce la probable peligrosidad de Andrés Manuel López Obrador en el caso de que que llegue al poder con mayoría en el Congreso Federal, como ha ocurrido en algunos gobiernos sudamericanos del mismo estilo populista que han surgido a causa de la inconformidad de la gente por la galopante corrupción que al igual que aquí se ha hecho presente, y el hurto descarado de los caudales públicos que van a parar al bolsillo de los encumbrados sin que se aplique castigo alguno.

México está viviendo, por desgracia, la misma etapa de Venezuela, Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador y otros más del países sudamericanos, que encontraron la forma de convencer a los incautos sembrando el odio clasista entre los más desposeídos con la promesa fácil del otorgamiento de apoyos para la sobrevivencia con holgura, sin detenerse a pensar que no hay dinero que alcance para todo y que no se puede suplir la prosperidad de un pueblo con la dádiva fácil que solamente provoca conformismo entre los decires más bajos de la sociedad.

Los empresarios mexicanos han comenzado a preocuparse por el incremento súbito de adeptos que lo llevan a situarse como el indiscutible ganador por la ventaja tan grande que lleva a sus competidores. Pero aunque muchos no lo quieran creer, el escepticismo comienza a permear en las clases sociales cuando se realizan cálculos del costo de entregar tres mil pesos a gente improductiva como ese caudal de jóvenes situados en la banda de los ninis Hay dos escenarios posibles: una “alianza útil” entre todos sus adversarios para evitar su arribo al poder, o una rebelión de empresarios para hacer compromisos serios antes de que llegue a la Presidencia de la  República. Así de simple y complicado el escenario. Al tiempo.