Sólo para chocoadictos

 

Mucho es un verdadero templo para los chocolatófilos


Una de las experiencias culturales más hedonistas, sin duda, es la gastronómica. Se trata de un acontecimiento sensorial integral, es decir, que integra no sólo el sentido del gusto. También el olfato, la vista y hasta el tacto y el oído se involucran cuando nos deleitamos con algún platillo.

Desde que era una niña, los mejores momentos los he asociado con un mismo sabor, un suculento aroma y un mismo ingrediente: el chocolate, o mejor dicho, el cacao.

Cuando tenía poco menos de cinco años y mi madre tenía que salir sin mí, había una rutina que tal vez fue la que me hizo una amante declarada del chocolate. Siempre me traía como regalo, un conejito, de esos envueltos con papel dorado. Nunca fui de las niñas que buscaran o recibieran huevos de pascua, mi familia no tenía esa costumbre, sin embargo, conejos y huevos de chocolate había en mi vida todo el año.

Incluso, soy de la generación que “jugaba a fumar” con cigarros de chocolate, algo por supuesto muy mal visto hoy en día que esos cigarros desaparecieron de las tiendas de barrio, aunque no hayan podido erradicar el tabaquismo que, por el contrario, crece sin medida. Los años nos enseñaron que los villanos no eran los cigarros de chocolate con los que nos divertíamos en los lejanos años 80.

Si ustedes, como yo, experimentan felicidad tan sólo con el aroma del cacao en todas sus formas, hay un lugar único en la Ciudad de México que les invito a visitar: MUCHO.

Albergado en una antigua casona en la colonia Juárez, este es un verdadero templo para los chocolatófilos de corazón.

Allí convergen un museo completamente dedicado a la historia del cacao y su mejor derivado, el chocolate, una tienda donde se pueden conseguir las delicias más exquisitas y, además, una chocolatería para consumir bebidas, postres y hasta tamales hechos con cacao.

Este es un museo creado en 2012 por la Fundación Mucho AC y es un lugar para la inspiración y la creatividad. Lo mismo hay visitantes de todos lugares, que conferencias, eventos académicos y gastronómicos, que exposiciones temporales y sobre todo, mucha felicidad porque ¿quién puede resistirse a la suculenta seducción del romántico y sutil veneno hedonista del chocolate? Yo al menos, ni siquiera lo intento.