La tarea prioritaria del Banco de México, señalada en el Artículo 28 constitucional, y en la ley del Banco Central, es “procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional”, tarea distinta a la de “preservar el poder adquisitivo de la moneda nacional”, lo cual supone una inflación de cero por ciento, tal y como debería ser. Pero no, esa no es la tarea que la ley le impone al Banco de México, sino otra un tanto cuanto laxa: “procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional”, tarea cuyo cumplimento demanda, para empezar, responder esta pregunta: ¿qué se endiente por “estabilidad del poder adquisitivo del dinero”?
La respuesta que han dado las autoridades monetarias en lo que va del siglo XXI es la siguiente: por estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional se entiende una inflación de 3 por ciento, más menos un punto porcentual de margen de error, que es la meta permanente de inflación, de tal manera que cualquier inflación entre 2 y 4 por ciento cumple con la meta, tal y como ha sucedido a lo largo de cinco de los siete años transcurridos de la gubernatura de Agustín Carstens. Inflación: 2010, 4.40 por ciento; 2011, 3.82; 2012, 3.57; 2013, 3.97; 2014, 4.08; 2015, 2.13; 2016, 3.41 por ciento (según el resultado de la Encuesta sobre las Expectativas de los Especialistas en Economía del Sector Privado, correspondiente a diciembre, que levanta y publica el mismo Banco de México).
La inflación promedio anual de 2010 a 2016 es 3.62 por ciento, dentro de los márgenes de la meta permanente de inflación.
Lo preocupante es que terminamos 2015 con una inflación de 2.13 por ciento, y todo indica que terminaremos 2016 con una de 3.41, 60.01 por ciento mayor, repunte ante el cual, en cinco ocasiones a lo largo de 2016, las autoridades monetarias han aumentado la Tasa de Interés Interbancaria (TII), con la intención de contrarrestar las presiones inflacionarias. La medida, ¿ha sido eficaz? Continuará.