Tres debates, tres fracasos y votar a ciegas por 2018-2024

La conclusión es determinante: de los tres, ninguno
Carlos Ramírez Publicado el
Comparte esta nota

El tercer debate presidencial sirvió para que cada uno de los participantes llevara agua a su molino: 1.- El Instituto Nacional Electoral se conformó con lo que salió, pero no logró justificar su realización.

2.- Los candidatos fueron a no perder y no a confrontar proyectos de nación; por eso no movieron las tendencias en las encuestas.

3.- Los moderadores en cada uno de los debates salieron a lucirse personalmente, sin entender el modelo de confrontación entre candidatos.

Cada candidato fue a lo suyo:

1.- López Obrador salió en tres ocasiones a resistir los embates, a no cometer errores y a mantener su tendencia en las encuestas, aunque sin mostrar empaque de estadista. Para él se trata de llegar al poder, careciendo de un proyecto de Estado.

2.- Ricardo Anaya se encontró entre el primero y tercer debate con la ofensiva de la coalición PRIPRG-Pinos y en el tercero sí fijó el argumento de que procedería penalmente contra Peña y Meade y con ello logró encarecer las acusaciones en su contra.

3.- Y Meade nunca pudo salir de su zona de secretario de Hacienda en comparecencia legislativa, aburrido tono de voz, cargando los negativos del gobierno de Peña Nieto y cumpliendo su papel de continuidad transexenal peñista.

Y Jaime Rodríguez Calderón El Bronco nunca contó: fue el bufoncito de la fiesta.

La conclusión es determinante: de los tres, ninguno.

En el primer debate los candidatos no mostraron –ninguno de ellos– una propuesta de sistema político/ régimen de gobierno/Estado constitucional. Los tres carecieron, ignoraron o desdeñaron la inédita crisis de seguridad.

En el segundo, fue graciosa –si no es que deprimente– la argumentación de López Obrador de que “haré entrar en razón a Trump”, cuando no lo han logrado Angela Merkel ni Vladimir Putin, ni Barack Obama, ni Justin Trudeau, ni Emmanuel Macron, ni Xi Jinping, ni Kim Jon-un, ni el G-7, ni la ONU. Ninguno de los tres presentó siquiera una idea de soberanía/globalización/geopolítica.

En el tercer debate, los tres candidatos desdeñaron responder a la inquietud a los tres problemas clave de la crisis: la pobreza, el precario equilibrio macroeconómico y el PIB, como candados antiinflacionarios. Los tres aparecieron manchados por la corrupción. Y los tres se mostraron ignorantes de un replanteamiento del modelo de desarrollo/política económica/bienestar social.

Los tres debates no fueron de utilidad para los votantes, porque al final no hubo un diagnóstico de la crisis, ni una propuesta concreta de desarrollo sin desequilibrios, ni un perfil de Estado de los candidatos.

Los tres parecieron candidatos a presidentes municipales y no a presidente la república.

Ninguno de los tres propuso una alternativa de gobierno al modelo neoliberal salinista 1983-2018 en que México creció 2.2% promedio anual; si acaso, mayores programas sociales. La caracterización de la corrupción en los tres fue superficial, prometiendo desaparecerla sin decir cómo. Todos van a regalar el dinero, y ahí lo peor no es que no les alcanzara, sino que toda inyección de circulante –y el dinero regalado lo es– se convierte en presión inflacionaria.

Así que hay que prepararse: la crisis de hoy seguirá igual otros seis años con cualquiera que gane.

Política para dummies: La política, decía Aristóteles, es el reino de la ética, aunque en México es el reino de la corrupción.

Si yo fuera Maquiavelo: “Digamos primero que hay dos maneras de combatir; una, con las leyes; otra, con la fuerza. La primera es distintiva del hombre; la segunda, de la bestia”.

Síguenos en Google News para estar al día
Salir de la versión móvil