El informe Trump

 

El paso del tiempo para este cuarto informe no puede ser peor en varios sentidos


Hay algunos amantes de la teoría que aseguran que la invitación a los candidatos presidenciales de Estados Unidos para que visitaran México fue una manera de desviar la atención del Cuarto Informe de Gobierno. Yo francamente, no me lo creo.

Sobre todo porque el informe presidencial no sólo ha sido más que un formulismo para representar y reafirmar la división de poderes en nuestro país, sino que además desde aquel 1 de septiembre de 2006 en el que los seguidores de Andrés Manuel López Obrador le impidieron al entonces presidente Vicente Fox leer su mensaje a la nación en San Lázaro, el informe ha cambiado y está deslucido.

Ahora, en la época del Internet, el informe se rinde diariamente, el control en la fiscalización del gobierno se hace a cada hora y además en este momento es fundamental entender que la dinámica en la relación de los gobernantes con sus pueblos ha cambiado tanto como el mundo que habitamos.

En ese sentido, no creo en la importancia política actual del informe de gobierno. Pero lo que sí creo es que resulta inevitable –en algún punto de la historia– colocar políticamente hablando, una serie de testigos que marcan lo que significa el paso del tiempo. Y en este momento el paso del tiempo para este cuarto informe no puede ser peor en varios sentidos.

Primero, porque el gobierno que hizo las reformas más importantes de los últimos años, ahora está sumergido en una situación crítica con múltiples escenarios conflictivos. Y eso que aún no ha salido a la luz la gran confrontación que vamos a tener el día de la rendición de cuentas para saber cuáles fueron los verdaderos costos de las reformas, muchas veces justificados por las crisis y el saneamiento de Pemex.

Segundo, porque el país atraviesa por una época de deudas sin precedentes, donde gran parte de las instituciones financieras están encendiendo las señales de alerta.

Y tercero, no hay que olvidar que estamos pasando por un momento en el que la violencia ha tomado mayor fuerza en un contexto en el que tenemos la sensación de que hay muy buena intención para acabar con ella, pero poca aplicación efectiva desde la función del gobierno.

Pero si a todo esto le agregamos ese gas letal llamado Donald Trump, tenemos sin lugar a dudas, un informe que no sólo produce “Un día de furia… y de tristeza” como lo escribió Salvador Camarena en El Financiero, sino que además nos deja un amargo sabor de boca, porque al final del día somos un pueblo en el que siempre le apostamos a la ilusión y al país.