Un ejército constructor

 

Investigaciones periodísticas descubrieron que el Ejército, a quien se encomendó la construcción de la barda perimetral del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM), elevó el costo de la obra en 89 por ciento


Investigaciones periodísticas descubrieron que el Ejército, a quien se encomendó la construcción de la barda perimetral del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAICM), elevó el costo de la obra en 89 por ciento, además de que pudo subcontratar a por lo menos dos empresas “fantasma” puestas a nombre de dos jovencitos que ni enterados estaban de que supuestamente vendieron materiales e insumos por 10 millones de pesos.

El costo original de la barda perimetral se tasó en mil 547 millones de pesos, pero hubo modificaciones al contrato hasta llegar a 2 mil 930 millones, informaron en marzo pasado Aristegui Noticias, la revista Proceso y otros medios.

Hay que recordar este episodio ahora que una revisión exhaustiva de las obras del NAICM descubrió otras irregularidades, como el hecho de que al Ejército se le encargó “emparejar” el piso del nuevo aeropuerto, cuyo futuro es incierto hasta que haya una “consulta popular” ofrecida por Andrés Manuel López Obrador, a fin de que se decida finalmente si la base militar de Santa Lucía continúa siendo una opción viable y más barata –pese a que se perderían más de 100 mil millones de pesos ya comprometidos y gastados en el NAICM–, lo que no parece políticamente correcto.

Ese aplanado de un terreno que no mostraba demasiadas ni muy importantes prominencias o desniveles hacia el subsuelo, costó una fabulosa cantidad similar a la de la barda: casi 2 mil 600 millones de pesos.

La entrega de miles de camiones de carga y tráileres llenos de tezontle, a 280 pesos el metro cúbico, fue supervisada, curiosamente, por la Comisión Federal de Electricidad, cuyos inspectores permitieron el ingreso de mucho material pulverizado y, en sentido inverso, de rocas que no fueron trituradas al tamaño especificado en el contrato. Cada transporte debía pagar una cuota de ingreso al terreno del presunto nuevo aeropuerto, lo que permitía la colecta de millones de pesos semanales, dinero bajo control del grupo sindical que recibió la “concesión” de representar a los trabajadores, un sindicato llamado Libertad, cuyo líder, Hugo Bello Valenzo, anda a salto de mata, pues tiene al menos cuatro órdenes de aprehensión federales y locales por delitos que van desde la extorsión, el secuestro y posibles homicidios, hasta el “huachicoleo” o robo de combustible, más el control mafioso de pipas de agua en el Valle de México.

Aunque usted no lo crea, dentro de las instalaciones y casetas de materiales, donde hay comedor y oficinas para funcionarios, empleados, militares y trabajadores de la construcción del todavía en suspenso políticoeconómico-técnico nuevo aeropuerto, no hay una sola toma de agua, lo que da una idea de la improvisación con la que se inició la más grande obra oficial en décadas. Toda el agua llega en pipas.

Y, sí, adivinó usted, las controla el sindicato Libertad, el mismo que, mediante amenazas, impide que otros carros tanque con el líquido repartan y vendan en centros comerciales, fábricas, oficinas sobre todo en el oriente de la capital del país.

Muchos negocios ilícitos han sido descubiertos en auditorías después que dejó de ser director del Grupo Aeroportuario de la Ciudad de México el hidalguense Manuel Ángel Núñez Soto, sustituido por Federico Patiño Márquez, considerado un eficiente operador financiero.

Las corruptelas están documentadas y ya lo sabe el próximo gobierno, a través de Alfonso Romo y Javier Jiménez Espriú. Que no se diga que no se les advirtió…